Madrid Actualizado: Guardar
Ya saben lo que dicen los gallegos: «Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas». Una frase que resume la esencia del denominado ‘realismo mágico’ escrito desde las entrañas de una tierra tan fértil para fabular que su historia es pura literatura. Los autores allí nacidos lo han mamado desde la cuna, y ese es un peso que llevan sobre sus espaldas narrativas, para bien y para mal. Aunque, como en la vida, lo mejor es liberarse de prejuicios y etiquetas, esas que tanto gustan al periodismo, y escribir lo que a uno le dé la real gana. Y eso lleva haciendo varios años ya Ledicia Costas (Vigo, 1979).
Al principio, desde la literatura infantil y juvenil, género en el que debutó en el año 2000 y en el que ha cosechado galardones como el premio Nacional por su libro ‘Escarlatina, la cocinera cadáver’
(2015). Y, desde 2019, en la llamada ‘novela para adultos’, a la que dio el salto con ‘Infamia’, un thriller psicológico inspirado en el caso de Marta del Castillo con el que conquistó a miles de lectores. Hace sólo unas semanas, llegó a las librerías ‘Golpes de luz’ (Destino), su último libro, en el que Costas narra el drama del narcotráfico en la Galicia de los años noventa. Una historia dura, pero enfocada desde tres puntos de vista muy distintos: el de una madre, el de un niño y el de una abuela. Todo un acierto estilístico que confirma a la autora gallega como una de las voces más originales de la nueva narrativa española.
Julia es una periodista recién divorciada que regresa a la casa de sus padres en Galicia con su hijo Sebas, de diez años. Allí, mientras se ‘enfrenta’ a un reportaje sobre el repunte del tráfico de la heroína, debe lidiar con su madre, Luz, una mujer ya octogenaria acostumbrada a hacer de su capa un sayo. Los fantasmas familiares de la desaparición del padre de Julia, que se marchó a Argentina hace más de tres décadas envuelto en un misterio aún sin resolver, se mezclan con la fantasía infantil del más pequeño de la casa, convencido de que su abuela, que duerme con un martillo, es el dios Thor.
«Yo quería escribir una novela narrando un drama, cosas duras. Soy una autora implicada en la sociedad en la que vive y casi siempre acabo implicada en temas sociales que me obsesionan, que me preocupan», confiesa Costas. Y fue eso lo que le sucedió con este libro, cuyo mayor reto fue que las tres voces narrativas resultasen creíbles, armónicas. Además, con todo lo vivido en los dos últimos años, pandemia mediante, Costas «tenía la sensación de que necesitaba escribir algo lleno de luz o esperanza», convencida de que el lector también «necesita historias tiernas, con humor», pues «parece que los adultos estamos condenados a no leer historias con humor, a medida que cumplimos años parece que maduramos y el humor va quedando más atrás».
Vivencias
Costas cree que desde el humor, con ternura y respeto, se pueden tocar todos los temas. También el narcotráfico, que ella ha vivido muy de cerca. La clave es encontrar el modo de hacerlo, y ella dio con él. «Soy de Vigo, me crie en un barrio muy peculiar y hacía mucho tiempo que sabía que necesitaba escribir sobre eso. Pero me parecía muy atrevido, porque se han escrito grandes novelas, grandes ensayos… ¿Cómo iba a meterme yo en ese mundo?». Finalmente, logró convencerse a sí misma tomando conciencia de que «a veces si fabulas desde tus propias vivencias es una manera honesta de narrar un hecho». Y es que el padrino de Costas murió de una sobredosis cuando ella tenía sólo once años, uno más que Sebas, el niño protagonista de su novela. «Eso me marcó. Lo encontraron en un bar de Vigo, y es una historia que a nivel personal me marcó profundamente. Han tenido que pasar años para que me atreviera a tratar ese tema».
Pero el narcotráfico, el daño terrible que hicieron las drogas a la Galicia en la que Costas se crio, no es el único tema social presente en la novela. También tiene un papel fundamental en la trama, hasta el punto de darle sentido, el papel de la mujer como cuidadora, una problemática inherente a nuestra sociedad pero poco visibilizada, sobre todo en la literatura. «Es una realidad con la que convivimos: el peso de los cuidados sigue recayendo sobre nosotras. Esto es así. Las mujeres del barrio donde viven mis padres tienen personas mayores a su cargo; cuando sus hijos son mayores hay una breve transición y luego se ocupan de sus padres. Esto me parece durísimo. Al final, las mujeres acumulamos renuncias y responsabilidades durante nuestras vidas. Es muy importante hablar de ello, porque parece un tabú, casi no se habla de ello. Yo me pregunto a qué podrían haber aspirado todas esas mujeres si el peso estuviera repartido».
Uno de los primeros lectores de ‘Golpes de luz’ fue el también escritor Diego Arboleda, muy amigo de Costas. En una de las conversaciones que mantuvieron antes de la publicación de la novela, él le advirtió que, una vez en librerías, los críticos y la prensa la vincularían con el ‘realismo mágico gallego’. Una observación que a la escritora no le molesta, pues encierra cierta verdad. «Quería reflejar esa esencia que respiramos aquí, en este lugar en el que tengo la suerte de vivir. Ese ‘realismo mágico gallego’ se representa a través de Sebas y de sus amigos. Yo me crie en el monte, entre campo y monte, y esa libertad de la que gozamos aquí es un privilegio. Es cierto que la literatura oral, las leyendas, nos empapa y he intentado transmitir eso». De hecho, y sin destripar nada al lector, en la novela se narra un episodio protagonizado por un carnicero que está inspirado en un hecho tan real que está sacado de la propia vida de Costas. «Es algo que me pasó en mi niñez: un día nos persiguió un señor con una hoz y un bulto en el cuello. La suerte fue que corrimos más que él y lo dejamos atrás».
Prejuicios
Sobre la motivación de su ‘salto’ a la literatura ‘para adultos’, la autora explica que su «producción infantil y juvenil era bastante extensa, muy intensa, y necesitaba hacer algo diferente. Es por mi instinto de escritora a la que le gusta experimentar». Eso sí, Costas reconoce que «ahora me he metido en un jardín, porque me lo he pasado genial y he ido ganando un público que me pide nuevas novelas, pero me debo al público infantil que tanto me ha dado». Aunque mientras escribía ‘Golpes de luz’ pensaba: «Pues he escrito una novela para todos los públicos, como ‘E.T’, ‘Stranger Things’ o ‘Los Goonies’».
En cualquier caso, Costas sabe que «la gente está llena de prejuicios, los propios escritores ‘para adultos’ ven con ciertos prejuicios la literatura infantil y juvenil. Yo he sido la misma escribiendo ‘Golpes de luz’ que cualquier otra obra. Es el mismo nivel de dedicación, de obsesión, es el mismo proceso, y creo que es importante mencionarlo por todos los prejuicios que hay en torno a la literatura infantil y juvenil. Luego hay autores de esa llamada ‘literatura para adultos’ que intentan hacer una novela infantil y es un desastre». Y remata: «También se miran por encima del hombro los thrillers psicológicos, las novelas negras… Como nunca voy a cumplir las expectativas, tengo que ser fiel a mí misma y escribir lo que me dé la gana».
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