23 noviembre, 2024
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Los historiadores arremeten contra el descubrimiento sobre Ana Frank: «No tiene sentido»

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¿Quién traicionó a Ana Frank? La pregunta ha sobrevolado a historiadores e investigadores durante casi ocho décadas. Hasta tal punto, que se ha convertido en el puntal sobre el que se han erigido una infinidad de ensayos y novelas históricas. Esta misma semana, sin embargo, una nueva investigación prometía desvelar al fin el enigma. La solución llegó de la mano del ex investigador del FBI Vince Pankoke, quien, tras seis años de rastrear archivos y familiares de testigos, confirmó el nombre y los apellidos del culpable: Arnold van den Bergh, un notario judío que habría entregado a la familia a cambio de escapar de los tentáculos de los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

El mismo investigador sostiene que su equipo ha llegado a esta conclusión tras analizar una treintena de teorías más y la defiende a espada, capa y lo que se tercie .

«Estamos seguros al 85 – 90% de que fue él, es la teoría más plausible y tenemos evidencias de que fue él», explicó el martes, a través de videoconferencia, en declaraciones a ABC.

A su favor, arguye, cuentan con los testimonios de varios descendientes de holandeses que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial; todos ellos, convencidos de que el ‘Consejo Judío‘, al que pertenecía Van den Bergh, conocía las direcciones en las que se escondían decenas de refugiados en Holanda. «Él entregó esa información para ganar tiempo», explica Pankoke a este diario.

Sin embargo, parece que algunos historiadores no están del todo de acuerdo con la investigación orquestada por Pankoke y su equipo. O, al menos, con la afirmación de que es seguro que Van den Bergh fue el culpable. En declaraciones realizadas al diario ‘The New York Times‘, media docena de expertos han arremetido contra el libro en el que el ex investigador del FBI narra las conclusiones de sus seis años de pesquisas –’La traición de Ana Frank’, publicado el martes en los Estados Unidos y los Países Bajos– y han señalado los agujeros que pueden hacer que se hunda. Y parece que son varios.

Más dudas que certezas

Uno de los más críticos con Pankoke ha sido el historiador David Barnouw, autor de ‘The Phenomenon of Anne Frank‘. En declaraciones al periódico, ha subrayado que él ya consideró la posibilidad de que Van den Bergh fuera el culpable, pero que la descartó porque solo había una prueba: una nota anónima que apuntaba al notario y que el padre de la chiquilla, Otto Frank, recibió tras la Segunda Guerra Mundial.

A su vez, el experto holandés ha criticado que la investigación se haya mantenido bajo el más estricto secreto hasta que sus conclusiones fueron emitidas en el programa ’60 minutos’ del pasado domingo. En sus palabras, eso ha impedido que el libro sea revisado por expertos en la materia.

No ha sido el único crítico. Emile Schrijver, director del director del ‘Jewish Cultural Quarter‘ de Ámsterdam, ha confirmado que, tras leer la investigación hace apenas una semana –los libros no se mandaron hasta el último momento a los expertos– está convencido de que «la evidencia es demasiado escasa» como para señalar a alguien de forma tan tajante. «Es una acusación muy grave que se ha hecho valiéndose de muchas suposiciones. La realidad es que no se basa más que en un pequeño papel».

Ronal Leopold, director de la Casa de Ana Frank, opina lo mismo que Schrijver. Aunque no niega que la información aportada por Pankoke es muy valiosa, sostiene en ‘The New York Times’ que debe investigarse mucho más a fondo y que, al menos por el momento, «no hay absolutamente ninguna base para llegar a una conclusión». De hecho, el museo presentará el libro como un compendio de varias teorías que se han considerado y barajado a lo largo de los últimos años, y no como una suerte de santo grial que haya que seguir de forma ciega.

La lista de la discordia

El mayor enigma de la investigación es la supuesta lista con los escondites de refugiados que el ‘Consejo Judío de Ámsterdam’, organización en la que estuvo el notario, habría tenido en su poder durante la Segunda Guerra Mundial. Según Pankoke, Arnold van den Bergh fue entregando poco a poco esta información a los nazis para ganar tiempo para él y para su familia.

Laurien Vastenhout, investigadora del Instituto NIOD para Estudios de Guerra, Holocausto y Genocio, no está del todo de acuerdo. «¿Por qué las personas escondidas proporcionarían sus direcciones al Consejo? No tiene ningún sentido».

Leopold confiesa que sí había escuchado la existencia de estas listas, pero «tan solo de fuentes poco fiables». A su vez, ha agregado al medio anglosajón que «el ‘Consejo Judío’ estaba bajo un escrutinio especial por parte de las fuerzas de ocupación» y que «hubiera sido muy arriesgado mantener listas de este estilo».

Vastenhout ha sido más tajante en este sentido: «El libro está lleno de errores. Han acusado sin tener una evidencia real. Acusar a un judío de esta forma es como empezar de nuevo». El equipo de Pankoke se ha defendido arguyendo que, aunque no existe una lista física a la que agarrarse, los testimonios confirman que existió. Palabras que ofrecen más enigmas que certezas.

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