24 noviembre, 2024
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«No habría escrito sobre Alekhine de no ser por sus artículos antisemitas»

Todo es excepcional en la vida y en la muerte de Alexander Alekhine, el único campeón mundial de ajedrez que se llevó al otro barrio la corona, a los 54 años. Casi con seguridad fue asesinado, aunque la versión oficial, respaldada por una fotografía compuesta con torpeza y una autopsia precocinada, sostenía que lo mató un trozo de carne traicionero, atravesado en su garganta mientras cenaba sin más compañía que un tablero en su habitación de hotel, en Estoril, en marzo de 1946. Pudo ser envenenado o eliminado de un disparo. Solo le faltó morir en el Orient Express de Agatha Christie, porque tenía tantos enemigos que ni siquiera está claro si lo mataron los rusos, los

 nazis, algún comando judío o todos juntos, con la complicidad del régimen de Salazar.

La foto ‘oficial’ de Alekhine muerto tiene todo el aspecto de ser un montaje

Arthur Larrue (París, 1984) juega en un club francés y tiene un nivel de juego «normal», de estilo «hipermoderno». Por supuesto, en su arsenal de aperturas figura la defensa Alekhine, una de las formas más agresivas de responder con las piezas negras a quienes empiezan la partida con su peón de rey. El autor ha dedicado ‘La diagonal Alekhine’ (Alfaguara) a uno de los mejores atacantes de la historia, que fue niño rico en Moscú antes de huir de los bolcheviques primero y de los nazis después, en la Francia que lo acogió antes de ser ocupada. El propio escritor tuvo que salir de su Rusia natal, en su caso por los jaques de Putin.

El libro es una novela alejada del género biográfico, por lo que no trata de sentar cátedra sobre los grandes misterios que sobreviven a Alekhine: ¿se salvó de una muerte segura gracias a que ganó a León Trotski en la cárcel? ¿murió de un disparo o envenenado? ¿quién lo mató?… A Larrue le interesa más la personalidad y el estudio psicológico del «primer ajedrecista profesional», que hablaba seis idiomas, se sentía a gusto con mujeres mayores que él y tenía una fantasía desbordante, lo que tenía más ventajas a la hora de idear asaltos al enroque enemigo que inconvenientes en la vida más vulgar. No se puede decir lo mismo de su afición al alcohol.

Sorprende un poco que Larrue hable en su novela de la falta de genio del ajedrecista, uno de los mejores atacantes de la historia. El escritor lo justifica en contraposición a la personalidad de Capablanca y distingue entre «el genio innato del cubano, tocado por la gracia desde los cuatro años, y el de Alekhine, que desarrolló mediante el trabajo y el estudio mucho más tarde, a partir de los doce años». «Alekhine es un personaje fáustico, da su vida a cambio de un conocimiento superior. Concedió al estudio de las partidas y la historia de sus adversarios un lugar fundamental en su preparación. Ello se refleja en sus libros, ya que es uno de los mejores comentaristas de ajedrez que existen. La novela nos muestra el genio de Alekhine y tiende a caracterizarlo: brutal, intransigente, inventivo y artístico. Lo cierto es que ‘La diagonal Alekhine’ es una novela, no un libro de ajedrez. Pero, ¿cómo se puede describir a un genio del ajedrez sin jugar al ajedrez?».

¿Es justo decir que era sádico y más inmoral que Jack el Destripador?

En cuanto a la comparación con Jack el Destripador, se trata de una cita de Harold C. Shonberg, al que se menciona por su nombre en la novela. También hay una referencia a Richard Wagner. Shonberg era principalmente un crítico musical. El enfoque de esas comparaciones debe ser literario, no literal; Alekhine no degolló a nadie y, si bien publicó artículos antisemitas como Wagner, sobre todo destacó por su arte, al igual que Wagner. En cuanto a su sadismo, la cita es de Reuben Fine, uno de los mejores jugadores norteamericanos de la época, y viene a expresar la violencia que Alekhine ejercía contra sus adversarios y el gozo que esa violencia procura, pues el sadismo es el placer que se experimenta al hacer sufrir.

La vida de Alekhine da para una película o una serie: sobrevivió a una guerra mundial, a otra civil y a una revolución gracias a su habilidad en el tablero.

La fuerza narrativa de esa vida se expresa en la novela, que recurre a géneros eminentemente narrativos, como el de espionaje o policiaco. ¡Qué vida tan agitada! Tal vez el mayor reto de una adaptación audiovisual sería conservar su ambigüedad sistemática, su carácter doble e incómodo, y el espíritu crítico que exige esa existencia. A menudo, la literatura es el mejor medio para decir y desdecir, al mismo tiempo. La sombra y la gloria, el genio y la concesión, lo alto y lo bajo, ‘La diagonal Alekhine’ siempre habla en forma de duplicidad e incomodidad.

Usted opta por un sentido del humor muy negro, acompañado de un punto de surrealismo. Es un enfoque original y arriesgado.

Era el único enfoque posible. Para hablar del gran artista que fue Alekhine había que aspirar a escribir como un artista, a expresar en lugar de describir, a esbozar en lugar de enumerar. Los elementos cómicos y fantásticos agudizan el espíritu crítico del lector: ¿qué leemos en ‘La diagonal Alekhine’? ¿Lo real? ¿Lo falso? Como lector, debemos abandonar nuestras certezas. Tal vez de ese modo podamos acercarnos al verdadero hombre que fue Alekhine.

Parece más interesado en meterse en la cabeza de Alekhine que en contar una biografía convencional.

El género novelístico no está sujeto a convenciones, un obstáculo que es preciso superar, esquivar, evitar, burlar… ¿Cuál es la relación entre Madame Bovary y Don Quijote? ¿Entre Ulises y las partículas elementales? Si he escrito una novela, ha sido para ser libre. Libre para encarnar al propio Alekhine, para hacerle hablar y pensar. En un momento dado, en Praga en 1943, incluso me permito mostrarlo desnudo e imaginar el tamaño de sus partes tras un baño en agua gélida. ‘La diagonal Alekhine’ pertenece a la literatura, a un espacio creativo en el que los sentimientos y el pensamiento crítico tienen todo el derecho a expresarse.

A pesar de que él lo desmintió, sabemos que Alekhine escribió esos artículos antisemitas. Me interesaba la convivencia del genio y el error humano, la fuerza y la debilidad

¿Qué opina de la responsabilidad de Alekhine en los artículos antisemitas que aparecieron firmados por él?

Esos artículos tienen un carácter marginal en la producción literaria de Alekhine, ya que no pretenden ahondar en la verdad del juego, ni en la corrección de tal o cual partida, sino que su objetivo es excluir a un grupo de población del juego por motivos raciales, en este caso los jugadores judíos. Se trata de obras de combate. Obviamente, constituyen una mancha en los dieciocho libros que Alekhine publicó a lo largo de su vida. A pesar de que él lo desmintió, actualmente sabemos sin lugar a duda que escribió esos textos; se han encontrado los manuscritos. Personalmente, habría preferido que Alekhine no los hubiera escrito, pero probablemente no existiría mi novela de no ser por sus artículos antisemitas. Lo que me interesaba de él era la convivencia del genio y el error humano, la fuerza y la debilidad. Quería indagar en la fragilidad del campeón.

Hace poco, Julian Voloj, autor de una novela gráfica sobre Bobby Fischer, me dijo que en su opinión pesa más la parte negativa que la del genio. ¿Cuál es su juicio final sobre Alexander Alekhine?

No deseo establecer nada definitivo. Creo en el pensamiento crítico, en el recuerdo, en los sueños, en el ajedrez y su profundidad. Para mí, Alekhine es todo eso. Lo he visitado varias veces en el cementerio de Montparnasse y he pasado seis años de mi vida a su lado. ¿Cómo iba a querer acabar con él? ‘La diagonal Alekhine’ es Alekhine vivo. La literatura es la vida eterna.

Leyendo el libro se descubren muchos paralelismos entre las vidas de Alekhine y Fischer.

Orgullo, paranoia, soledad. En efecto, Fischer y Alekhine han participado de todo eso. Ambos son ambiguos y controvertidos. Creo que no hay que tratar de simplificar su personalidad. No tengamos miedo a la complejidad.

No sé si es injusto al pasar de puntillas sobre su momento de mayor gloria, su victoria sobre Capablanca.

Por supuesto, podría haber profundizado más en las características de su victoria contra Capablanca, pero se trataba de escribir una novela, no un libro de ajedrez. Hice una elección simbólica al empezar en Buenos Aires, es decir, la ciudad donde Alekhine ganó el título de campeón, para ver dónde empezaba el hombre tras la victoria. La novela se sitúa en el nivel humano. Es una novela sobre el hombre detrás del campeón.

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