25 noviembre, 2024
Cultura

Chamanismo y maleficios en la Rusia de Putin

Madrid Actualizado: Guardar

Antes que reportero, Jacek Hugo-Bader (Polonia, 1957) trabajó como consejero matrimonial, porteador en una estación de ferrocarril y vendedor de cerdos. Cuando se incorporó a la ‘Gazeta Wyborcza’, el principal diario polaco, solo cumplía uno de los requisitos que le exigían: no haber estudiado periodismo. No es un reportero al uso Hugo-Bader. Miembro de la Escuela Polaca del Reportero, aquella que forjó Kapuscinski, de cuya muerte se cumplen 15 años, trabaja como si fuera un explorador. Su especialidad, Rusia y las rarezas del viejo imperio soviético.

«Lo que buscamos los reporteros son cosas extrañas, raras, increíbles, y en ningún otro país como Rusia se puede encontrar una condensación tan alta de estas cosas increíbles», dice. Fruto de esta filosofía

 son libros como ‘ El delirio blanco‘ o ‘ Diarios del Kolimá‘, en los que ha abordado temas como el alcoholismo del pueblo ruso o lo que queda en la autopista del Kolimá, construida sobre los huesos de los prisioneros del gulag que Stalin hacinó en un centenar de campos de concentración.

En agosto de 2020 terminó su nuevo libro: ‘El mal del chamán’ (La Caja Books), donde sigue indagando en esos rituales que al lector europeo les puede resultar «una ficción imposible de digerir». Esta frase no es de Hugo-Bader, sino de Antoni Ondar, un soldado que regresó de la guerra de Chechenia con secuelas que un médico diagnosticaría como estrés postraumático. «Una locura con la que no se podía vivir», según su mujer, que tras dos décadas intentando convencerse de que los problemas se debían a un aneurisma acabó por conceder que Antoni tenía el don del chamán.

Aleksandr Prokópievich Gábyshev, el chamán detenido en Rusia
Aleksandr Prokópievich Gábyshev, el chamán detenido en Rusia – ABC

«Acepté que los espíritus me habían elegido. De no ser así, hoy me estaría pudriendo en un psiquiátrico, mientras que después de ser ordenado chamán me curé milagrosamente, me calmé, empecé a dormir. Y de un día para otro dejé de beber», dice Antoni. Como él, son muchos los chamanes, brujos y trabajadores extrasensoriales que se desempeñan en las aldeas más remotas de Rusia. Hay más curanderos, profetas y hechiceros que médicos colegiados en todo el país.

El jefe de prensa de Putin no ha dudado en exhibir amuletos chamánicos para protegerse del virus, recuerda Hugo-Bader, que en ‘El mal del chamán’ se mueve entre la credulidad y el escepticismo, después de escuchar un sinfín de historias sobre curaciones milagrosas y conversiones inesperadas. Entre esas historias, que Stalin se armó en la Segunda Guerra Mundial con un batallón de chamanes o que un hechicero, Artur Tsýbikov, quemó cinco camellos para complacer al presidente Putin.

El autor de ‘El mal del chamán’ ha recorrido cerca de diez mil kilómetros, a lo largo de cuatro meses, para estudiar un fenómeno vinculado sobre todo a las aldeas más apartadas, las que aún mantienen la identidad de la magia y el animismo previa al país de los sóviets. En su última visita a España, cuando estaba terminando el libro, Hugo-Bader contaba que chamanes con los que habló adivinaron cosas de su vida familiar: «Lo sabían todo sobre mí, incluso cuándo me moriré… ¿No te lo crees?».

Aunque puedan parecer increíbles, las historias de algunos brujos incluso han saltado a la prensa. Es el caso de Aleksandr Prokópievich Gábyshev, el Forrest Gump de los chamanes. A principios de 2019 echó a andar desde Yakutia, a ocho mil kilómetros al este de Moscú, en dirección a la capital para «llevar a cabo en la plaza Roja un ritual de expulsión al infierno del sanguinario demonio que ha anidado en el Kremlin». Le corroe el odio que siente por Putin, escribe Hugo-Bader. Su idea era llegar a Moscú el 21 de agosto de 2021, pero en septiembre de 2019 la prensa española contó la detención del chamán cuando llevaba 3.000 kilómetros en sus piernas. Después fue trasladado a un hospital psiquiátrico. Amnistía Internacional exigió su liberación.

«Allí donde los pueblos levantan la cabeza y hacen una revolución, como en Ucrania, Putin los destruye, porque es un demonio, un diablo hijo de dragón, pero él todavía no sabe que aquí en Siberia hay una fuerza mucho más poderosa que la de la serpiente alada. La fuerza más antigua, más luminosa y más solar de la naturaleza: el chamanismo. Él ya sabe que que voy a buscarlo, que voy a destruirlo… ¡No! A destruirlo no, a expulsarlo», le dice el chamán yakutio a Hugo-Bader. La humanidad, concluye el heredero más heterodoxo de Kapuscinski, deberá existir mucho tiempo aún para poder explicarse a sí misma.

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