25 noviembre, 2024
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Cultura

El cuerpo recobra fuerza en muestras que catalizan efectos de la pandemia y el feminismo

Foto: Godoy Camila

Una serie de muestras como “Todo cuerpo es político” en el Centro Cultural Borges, la feminista “Non più madri, moglie e figlie” en la Wunsch Gallery y “Lo que cuento con mi cuerpo” en la Usina del Arte, así como desde otra dimensión “Hermana, soltá la panza” en el Centro Cultural Recoleta o el proyecto “Escuela de envejecer” de Ana Gallardo, atestiguan la relevancia que toma por estos días el cuerpo como manifestación expresiva que desoculta y otorga sentidos tan variados como las propuestas que lo retoman como eje.

El cuerpo es un lugar común que reúne atribuciones, concepciones, representaciones y modos de existencia de la vida humana, y tal vez, por eso, con una pandemia que empieza a calmar su flagelo y que de algún modo parece haber reavivado la mirada del sujeto sobre sí, recupera discursos feministas, búsquedas, artivismos, identidades y disidencias para situarse en el centro de exhibiciones que comparten el amplio espectro del arte visual permeable con el arte vivo de la performance.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila

La relevancia del cuerpo como manifestación expresiva que desoculta y da a ver, se vuelca con fuerza, en muestras como “Todo cuerpo es político” -que presenta el Palais de Glace en su sede temporaria del Centro Cultural Borges– o “Non più madri, moglie e figlie” (“No más madres, esposa e hijas”) en la Wunsch Gallery, que recibe por primera vez en Argentina a la alemana Tina Bara y la italiana Alba D’ Urbano, en diálogo con la local Lena Szankay.

“Hay dos razones principales para la ´ola´ de muestras relacionadas con el cuerpo: por un lado, la necesidad de reafirmar el cuerpo como objeto real, activo y tridimensional, después de tanta virtualidad y pantalla durante la pandemia. Por otro lado, el feminismo como toma de conciencia. En el caso de Alba y Tina, y también de Lena Szankay, esa mirada feminista es un eje central de su obra. Son sus propios modelos, plantean cuestiones autobiográficas, trabajan con el cuerpo”, reflexiona la curadora Julie August a Télam, que articuló el relato que guía la exposición de las tres artistas.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila

Precisamente, el título escogido de la exposición remite al “eslogan del feminismo italiano de los años 80, para hacer referencia la antigüedad de esa lucha que no es nada reciente, aunque a veces lo parezca”, aclara. Y contextualiza sobre este posible interés en los cuerpos: “En Alemania se puede ver la misma tendencia: aunque hay más ´arte por arte´, el ámbito de arte es menos político. Pero está cambiando”, indica August.

La curadora aclara que “la presencia del cuerpo en el arte siempre existió, no solamente en el arte figurativo, también en la abstracción que de alguna manera trata de liberarse del cuerpo concreto, pero en esa negación lo tiene presente, también”. Instalada en Buenos Aires desde 2014, prepara para 2023 junto a Katharina Koch una muestra sobre el tema de la piel, que se presentará en Alemania, como parte de ese movimiento que permea miradas.

¿Cómo se entiende la pregnancia de los cuerpos en este momento? “Básicamente se trata de pensar si la comunidad artística puede estar integrada con personas de distintas corporeidades, de cómo son leídos socialmente esos cuerpos, ya sean racializados, estigmatizados -porque no se logran establecer dentro de una sociedad normativa binaria a partir de su género- o clase social. La politicidad del cuerpo tiene que ver con las implicancias específicamente sociales con los que son mirados y adjetivados y pensados esos cuerpos”, explica por su parte Federica Baeza, directora del Palais de Glace.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila

Es que el espacio presente en el Centro Cultural Borges con una muestra que se extiende hasta fines de abril, sostiene en su agenda la “condición política del cuerpo” traducida en las reformas para el Salón Nacional que en la última edición incluyeron la paridad de género y el establecimiento del cupo travesti-trans de un 5%, con una apuesta fuerte que abre el juego a la realización y autopercepción de los artistas.

“El cuerpo está centrado en una sociedad de cierta organización biopolítica en la que su unidad sigue siendo el control de los cuerpos del mundo del trabajo, la educación, las representaciones artísticas” -advierte-.Hablar de los cuerpos es hablar de todas estas condiciones sociales de posibilidades y de lo que es socialmente admisible para éstas”, concluye Baeza.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila

Desde su perspectiva de artista, Szankay comenta que la serie expuesta en Wunsch Gallery surgió de una foto-performance en pandemia, un registro de sus uñas creciendo “como certeza de la vida, de la continuidad”, explica. Y continúa: “Al mismo tiempo, fueron tomando carácter, como actrices con roles distintos. Se volvieron garra, desgaste, desesperación, todo lo que estábamos atravesando en ese momento. Asimismo, un acto inicial de vanidad, mostró su lado banal, superfluo, no necesario”.

Las manos de la artista tienen esa misma corporeidad que comparte estéticamente con su serie “Love Parade”, donde “los cuerpos de ravers se recortan contra el cielo en colores estridentes”, explica.

La artista que trabaja sobre las cicatrices de mujeres como una constante desde 1986 a 2008, señala que la presencia del cuerpo como centro “está relacionada con el feminismo de esta ola. El cuerpo sigue siendo campo de disputas, normativas y apreciaciones. Y hemos dejado de mirar el afuera para poder elaborarnos y cambiar algo futuro”.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila

En paralelo, la propuesta que presenta la Usina del Arte se encabalga con el tema del cuerpo en la exposición colectiva “Lo que cuento con mi cuerpo”, que puede visitarse de viernes a domingo en la sala Laberinto, curada por Melisa Boratyn, y que se escapa de “una simple muestra de performance-art” para incluir un diálogo intergeneracional de 13 artistas mujeres con prácticas diversa que reflexionan sobre la normativización y los estereotipos de género.

Así, la muestra que debía inaugurarse en abril de 2020 y se presenta este año, surgió a partir del diálogo y cercanía de la curadora con la artista visual Delia Cancela, y la activista y artista de performance política Natacha Voliakovsky. Luego aparecen los otros nombres que se incorporan a la exposición y la propuesta de ampliar la mirada a una idea de federalización, con Flavia Da Rin, Liliana Maresca, Celeste Leeuwenburg, Elena Dahn, Inti Pujol, Verónica Meloni, Natacha Ebers, Ornella Pocetti, Geli González, Soledad Sánchez Goldar, y Lucía Von Sprecher.

Las artistas dialogan y cruzan política e historia, sexualidad, fantasía o intimidad, tejiendo una textualidad que da cuenta de un “cuerpo como terreno de experimentación e instrumento de manifestación”.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila

La muestra surgió de la “inquietud de querer empezar a investigar artistas mujeres que a lo largo del tiempo trabajaron con el cuerpo -son muchas y no es un tema nuevo-, y sin embargo, para el público común genera incertidumbres o preguntas”, explica Boratyn sobre la génesis y la elección del lugar y su público.

“La Usina es un lugar que apela a otro tipo de público, más abiertos que los de una galería o incluso un museo de arte. Esta era la oportunidad que un niñe pequeño pueda ver estas corporalidades, familiarizarse (con ellas), con su propio cuerpo; un adolescente, una persona adulta. Los tiempos están cambiando por suerte”, dice.

“El cuerpo como terreno de experimentación e instrumento de manifestación o herramienta de trabajo me parece fundamental porque es lo más cercano que tenemos, lo habitamos, entonces cómo no iba a terminar metiéndose en el terreno de las artes. Me gustan esos grises, porque hay artistas que son performers y artistas que no lo son, y cada una utiliza el cuerpo de manera muy diversa”, señala.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila

Representación o autorrepresentación, como herramienta directa tal el caso de Da Rin o el de Dahn, una obra de transición, como la cataloga la curadora: la materia y referencia indirecta del cuerpo se volvió más directa “hasta la incorporación de su corporalidad”; o la imprescindible obra de Maresca. A eso se suma lo político que se activa también “al hablar de lo íntimo, el hogar, la maternidad” de las otras artistas.

Boratyn propone “mirar alrededor de una sala y relacionarse con el arte, pero también sanar con la corporalidad (expuesta)”. Según señala, “lo interesante es ver como hay tantas herramientas y posibilidades como artistas en el mundo, y como cada una puede trabajar con esta herramienta y generar todo este espectro de obra, mensajes, potencialidades, cuestionamientos, errores, dudas y certezas”.

En paralelo a esta muestra, el artivismo dice presente con la exposición “Hermana, soltá la panza”, que la activista y abogada Lala Pasquinelli presenta en el Centro Cultural Recoleta: la iniciativa hace mella sobre el cuerpo social de la mujer y regurgita los modelos inalcanzables de ideales femeninos imposibles, plasmados en testimonios fotográficos y auditivos.

En cambio, con la experiencia del proyecto “Escuela de envejecer” que impulsa y cierra después de más de diez años la artista Ana Gallardo en el Parque de la Memoria, los cuerpos manifiestan deseos, se imprimen en las paredes de la sala, en fotos, videos, cantos, para desplegar saberes y experiencias. Se trata de un proyecto surgido como respuesta a la obsolescencia dispuesta por un sistema social y político que determina que los viejos no tienen cabida en la sociedad moderna. Un trabajo que se extiende en el de “Existir la vejez” que se presentará esta semana en el Teatro Colón como parte de la Bienal de Performance.

Los cuerpos también reflejan la ausencia en el “Réquiem del Grupo Krapp”, el consumo desmedido en “Inflation” de Diego Bianchi, la condición de herramienta en el caso de Iván Haidar en “Soy tu performer” o la variedad de insultos dedicados a la mujer en “Yegua, yeta. Yuta” de Mercedes Azpilicueta, todas ellas manifestaciones enmarcadas en la Bienal que finaliza el 16 de abril.

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