La biotecnóloga y doctora en Estudios de Género Lu Ciccia aseguró que “la categoría ‘sexo’ es un obstáculo para la comprensión de la prevalencia o desarrollo del tratamiento de enfermedades”, consideró necesario que en las investigaciones científicas se desagregue esa clasificación y, durante una entrevista con Télam, explicó por qué en su libro “La invención de los sexos” decidió poner en jaque al discurso científico que pone el énfasis en diferenciar a varones y mujeres cis, especialmente desde sus cerebros.
Cuando comenzó a estudiar Biotecnología en la Universidad Nacional de Quilmes, Ciccia era “súper biologicista” y la carrera no la defraudó: estudió, allí, que las diferencias biológicas, en especial las cerebrales, predisponen a personas “de distinto sexo” a comportarse de manera diferente.
Sin embargo, cuando quiso llevar ese conocimiento a la práctica se encontró con “serias dificultades”, vinculadas a sesgos epistémicos, metodologías endebles y realidades sociales o prácticas culturales que incidían de lleno en su investigación y la hicieron replantearse el concepto de “dimorfismo sexual” o la idea de una diferencia basada en el sexo.
La confusión fue tal que la llevó a abandonar la beca que había obtenido y replanteó su investigación haciendo una crítica al discurso neurocientífico acerca de la diferencia sexual, acompañada por las filósofas Diana Maffía y Diana Pérez, que culminó en el libro “La invención de los sexos. Cómo la ciencia puso el binarismo en nuestros cerebros y cómo los feminismos pueden ayudarnos a salir de ahí”, publicado este mes en la colección “Ciencia que ladra” de la editorial Siglo XXI.
Télam: ¿Cómo fue el volantazo desde la biotecnología hacia los estudios de género?
Lu Ciccia: Yo estudiaba el rol de un receptor de serotonina que se dice que está disminuida en personas diagnosticadas con algún tipo de psicosis. Se quería ver el rol de este receptor pensando que tenía algún tipo de vinculación con la esquizofrenia. En mi investigación me encontré con que sólo debía usar machos en los ratones que estudiaba para no agregar variables; parecía que no usar hembras era posible y, de alguna manera, una práctica legítima. Entonces, ahí entré en contradicción porque, en la carrera, me habían enseñado que en los mamíferos, por lo menos, había dos formas biológicas que se extendían a los cerebros.
Me metí a la base de datos biomédica más grande a ver qué onda la idea del dimorfismo sexual cerebral. Encontré estudios, con graves sesgos epistemiológicos y metodológicos, que terminaban concluyendo que el cerebro de los cis varones estaba optimizado para ciertas habilidades vinculadas con el razonamiento, el carácter competitivo y la fuerza. El cerebro de las cis mujeres, en cambio, para la “fluidez verbal”, y para la empatía y la comunicación. Ahí entré en contradicción porque el presupuesto biologicista abona a caracterizar a la idea de que los cerebros son dos y determinan diferentes formas de estar en el mundo. Además, el mío era el menos valorado dentro del sistema de valores androcéntrico.
T: ¿En la actualidad sigue habiendo estudios que buscan comprobar la superioridad del cerebro del varón cis por sobre el de la mujer cis?
LC: No solamente en las investigaciones actuales, sino en las que predominan. En ese sentido, introduzco en el libro la idea de “neodimorfismo”. Por supuesto que hoy no estamos en el siglo XIX y ningún neurocientífico -y lo digo en masculino a propósito porque es una mirada masculina- va a decir que hay dimorfismo sexual. Entonces hablo de neodimorfismo porque lo que se hace es seguir respaldando la distribución binaria de habilidades cognitivas sobre la idea de diferencias promedio.
T: ¿Cómo impacta esta concepción en las investigaciones biomédicas sobre la salud de las personas?
LC: El neodimorfismo y la categoría “sexo” son un obstáculo para una verdadera comprensión de la prevalencia o desarrollo del tratamiento de enfermedades porque lo que nos encontramos es que hay un montón de variables no vinculadas con los atributos que asociamos a la reproducción que son de relevancia clínica y que terminan siendo enmascarados en una categoría que llamamos “sexo”, que es amplia e imprecisa.
T: ¿Proponés abandonar la categoría de “sexo” en las investigaciones?
LC: Hay un conjunto de autoras e historiadoras de la ciencia que abonan a desagregar variables y yo me uno a esta propuesta. ¿Qué quiere decir esto? Que todo ese conjunto de variables que homogeneizamos en la categoría “sexo” las empecemos a desagregar. Composición de los cromosomas mal llamados sexuales, concentraciones de testosterona, composición gonadal: esas son variables específicas. La categoría sexo se basa en una observación que es la genitalidad externa. Mirando la genitalidad externa de una persona no podés decir con certeza cuál es el tejido gonadal, cuál es la concentración de testosterona y cuál es su composición cromosómica en términos de XX y XY.
T: También sostenés que la categoría “sexo” no es “natural”, sino que está impregnada de una carga social. En este sentido, apuntás contra la distinción que habitualmente se hace entre naturaleza y cultura. ¿Por qué?
LC: El cuerpo mismo es la prueba de que hay una falsa dicotomía porque yo no puedo rastrear características biológicas naturales en el sentido de no atravesadas por la cultura. Lo que tenemos es una interrelación, una imbricación, donde naturaleza y cultura no son disociables. Y, en mi perspectiva que por ahí es más radical, lo que diría es que no hay biología exenta de cultura en ningún momento del desarrollo. El concepto de dimorfismo sexual está justamente alineado con la idea de una biología “natural”.
T: ¿Cómo entendés, en este marco, a la identidad de género?
LC: Como una correlación que tiene que ver con trayectorias vitales, no con una causalidad biológica. Si yo hago una trayectoria esencialista de quién soy, evidentemente refuerzo un sistema binario. Porque ese esencialismo tiene de trasfondo la legitimación de una lógica reproductivista para clasificarnos. Entonces todas las personas que nos corramos por uno o más motivos de la cis heterosexualidad vamos a ser consideradas una suerte de desvío estadístico. Lo que está guiando nuestro sentido de estar en el mundo sigue siendo la lógica reproductivista. Para romperla tenemos que romper con esta linealidad causal entre genitalidad y lo que soy.
La presentación del libro
Lu Ciccia presentará su libro el próximo lunes 5 de septiembre a las 11 en la Universidad Nacional de San Martín y el jueves 8 de septiembre a las 16 en la Universidad Nacional de Quilmes.
Además, participará a lo largo de esta semana de una serie de charlas: mañana a las 20 en Casa Brandon junto a los periodistas Franco Torchia y Alejandro Modarelli; este viernes a las 19 en Universidad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (aula 152); el sábado a las 18 en el Centro Cultural de la Ciencia; y el martes 6 de septiembre a 18 en el espacio Tierra Violeta.
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