24 noviembre, 2024
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Kureishi publicó un diario sobre el miedo y la incertidumbre que siente en el hospital

El autor de “Buda de los suburbios”, escribe desde su internación en terapia en Roma.

Después de una descompensación cardíaca en Roma en los últimos días de 2022, el escritor británico paquistaní Hanif Kureishi escribe y publica online -con la ayuda práctica de uno de sus hijos y el empujón moral que le infunde a diario su colega Salman Rushdie- una crónica de su lenta recuperación en la que, entrega tras entrega, reflexiona sobre temas existenciales y da cuenta de hasta qué punto la escritura tiene un rol identitario y terapéutico.

Aunque teme que nunca más pueda “caminar o usar un bolígrafo”, el autor de “Intimidad” y el “Buda de los suburbios” -quien supo llevar a la ficción la identidad de una generación marcada por la liberación sexual, el uso de las drogas, el despertar político, el multiculturalismo y el compromiso político en los 60 y los 70- insiste, desde su internación en terapia intensiva en Roma, en seguir escribiendo, un gesto de resistencia que le permite estar en contacto con sus lectores.

“Boxing Day, en Roma. Tuve una caída”, tuiteó el 6 de enero el autor británico de 68 años, en referencia al 26 de diciembre, una festividad post Navidad que los británicos relacionan con la caridad. Desde entonces, una vez al día, sube un “hilo” de Twitter con lo que él llama “el reporte”.

Kureishi había viajado a Italia para pasar fin de año y recuerda el momento exacto en el que comenzó aquel malestar que los médicos del Hospital Policlínico Gemelli describieron como una “descompensación cardíaca”: “Acababa de ver el gol de Mo Salah contra el Aston Villa, estaba bebiendo una cerveza, cuando empecé a sentirme mareado. Me incliné hacia delante y me caí, despertándome unos minutos después en un charco de sangre”. Y confesó lo que sintió en ese instante: “Pensé que me estaba muriendo. Pensé que me quedaban tres respiraciones”.

Los breves textos, que Kureishi publica a diario en su cuenta en Twitter con la ayuda de su hijo Carlo -también guionista- se suben, además, a la página que el autor tiene en Substrack (https://hanifkureishi.substack.com), una plataforma que varios autores usan para difundir sus columnas o para publicar textos por entregas. La primera de ellas, “Half life” (Algo así como “Una vida a medias”) relata el accidente y las dificultades que tiene para poder expresarse e incluso le pide a sus lectores orientación sobre un software de voz asistida que le permita “mirar, escribir y comenzar a trabajar de nuevo”. Pero a pesar de los impedimentos médicos y técnicos, la voz lúcida de Kureishi pareciera intacta: “La palabra vocación procede del latín vocatio, una llamada, una convocatoria. En el hospital, donde paso noches y días con enfermeras y médicos, siento el eco de esa palabra. Como muchos artistas, considero que mi trabajo no es un pasatiempo, ni un empleo o un trabajo, sino una forma de ser parte del mundo junto a los demás”.

Kureishi nació en 1954, hijo de padre paquistaní y madre inglesa, estudió Filosofía en el King’s College de Londres y sus novelas, guiones y ensayos están marcados por reflexiones alrededor del sexo, el rock, la paternidad y el deseo. El humor, que siempre condimentó su obra, también es protagonista de sus escritos desde el Gemelli. “Enema”, tituló a su segunda intervención en la que pide perdón por interrumpir un relato sobre su infancia y sobre cómo se inició en la escritura para, precisamente, cumplir con la rutina del enema que le solicita una enfermera.

El autor asumió el desafío de escribir desde la internación como otra forma de afrontar la enfermedad. En verdad, lleva años reflexionando sobre cómo envejecer, la enfermedad y la muerte. En mayo, durante una entrevista concedida al diario chileno La Tercera, a propósito de la publicación por primera vez en castellano de su libro de ensayos “Amor + Odio” (Anagrama), contó que se sentía con menos vitalidad, pero que disfrutaba de llevar una vida con menos presiones: “De verdad disfruto hacerme mayor. Estoy cerca de los 70 años, varios amigos han muerto y estoy empezando a sentirme más endeble y más cansado. Y además tuve Covid. Pero debo decir que es hermoso envejecer, porque hay mucha menos presión sobre ti para tener éxito, para trabajar”. En aquella oportunidad, también relató los detalles sobre cómo le costó recuperarse del Covid: “Me tocó fuerte. Me sentí realmente una mierda, estaba cansado todo el tiempo. Pensé que era la vejez, pero ya me siento con más energía y estoy volviendo a trabajar. Estoy reescribiendo un guión en el que trabajo con uno de mis hijos desde hace cuatro años”.

El 8 de enero se mostró vulnerable y contó cómo la incapacidad de moverse lo angustiaba y alteraba su relación con los otros. “Estuve un poco decaído ayer en el hospital. Traté de dictarle este texto a Isabella y me impacienté mucho con la lentitud del proceso. Carlo, mi hijo, ahora me está ayudando con esto”, relató para explicar una pelea con su pareja, la agente literaria Isabella D’Amico. “Empezamos a discutir. Parecía cansada y delgada, como corresponde a una circunstancia con esta tensión. Luego me miró y me preguntó: `¿Hubieras hecho esto por mí?´ No pude responder. No lo sé. Nuestra relación ha dado un nuevo giro, que no podríamos haber anticipado, y tendremos que encontrar una manera de amarnos de una manera diferente. No tengo idea en este momento de cómo haré esto”, confesó el autor, encaprichado en demostrar que aquella capacidad con la que logró reflejar los matices de los vínculos amorosos en sus novelas sigue, a pesar de todo, intacta.

La entrada del 9 de enero empieza con una novedad: logró, por primera vez después del accidente, sentarse. “Me senté. Me senté”, comienza el texto, a modo de celebración incrédula. “Cuatro fisioterapeutas entraron a la habitación y comenzaron a moverme con determinación para poner mis pies en el suelo. Me dieron vuelta y por un momento me senté en la cama, con los pies en el suelo, mirando al frente. Debo decir que me sentí orgulloso, asombrado e increíblemente mareado”, relató y comparó su situación con la del personaje kafkiano Gregor Samsa.

En el mismo texto, el autor le dedica un párrafo de agradecimiento a uno de sus amigos y colegas, Salman Rushdie: “Es uno de los hombres más valientes que conozco, un hombre que se enfrentó a la forma más perversa de islamofascismo. Me escribe todos los días y me dice que tenga paciencia. Él sabe de eso. Y me da coraje”.

“Esta mañana miré por la ventana”, se titula la última entrada del diario del escritor, abocado a recuperar el misterio de las pequeñas cosas ahora lo sorprenden. “Nunca estuve tan ocupado desde que me convertí en un vegetal”, asume con un humor cáustico para relatar la jornada de internación. Y, entre fisioterapeutas y rutinas, dejó entrever cierto optimismo: “Vi el cielo italiano a través de la ventana, algunos árboles y una nube y algunos pájaros. Por primera vez creí que las cosas podrían empezar a mejorar. Mi corazón es como un pájaro cantor”.

En esa, que por ahora es la última entrega del folletín hospitalario, el autor actualiza la situación alrededor de sus nervios y sus vínculos. “Isabella D’amico Kureishi quiere intervenir en esta conversación. Dice que mi conocimiento de su país no es ni tan basto y que yo no soy tan culto. Que, además, no estoy en las mejores condiciones para analizar los males de la sociedad italiana porque no me he molestado en aprender su idioma. Le digo que es más sencillo que todos los italianos aprendan inglés a que yo pudiera entienda italiano”. Pareciera que, día a día y en forma paralela a la recuperación hospitalaria, Kureishi encontró aquella forma de amar diferente que lo inquietaba un día antes.

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