De los cinco sentidos, el que usamos para admirar obras de arte, obviamente, es la vista. Resulta difícil pensar en hacerlo con los otros cuatro: no podemos tocar cuadros, dibujos o esculturas (aunque el proyecto ‘Hoy toca el Prado’ trata de hacer accesibles a personas con algún tipo de discapacidad visual una selección de pinturas de la pinacoteca), no podemos saborearlos (aunque hay menús que recrean los manjares pintados), no podemos oírlos (aunque hay músicos que ofrecen conciertos inspirados en cuadros) y no podemos olerlos. Bueno, hasta ahora.
El nuevo proyecto del Prado nos ofrece, hasta el 3 de julio, esa oportunidad: ‘oler’ una de sus pinturas. ‘El olfato’ (h. 1617-1618) es uno de los cinco lienzos de
la serie dedicada a los sentidos que pintaron al alimón Jan Brueghel y Rubens, buenos amigos. Este hizo las figuras alegóricas y el primero, el resto de la composición. La serie completa se expone en su sala habitual, la 83 del edificio de Villanueva, pero en un montaje especial para acoger la muestra ‘La esencia de un cuadro. Una exposición olfativa’, que ha sido comisariada por Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Prado, y Gregorio Sola, perfumista senior de Puig y miembro de la Academia del Perfume.
Este ha creado diez fragancias relacionadas con otros tantos elementos presentes en ‘El olfato’, que cuelga en el centro de la sala. Se han escogido siete plantas y flores (una higuera, la flor de naranjo, el jazmín, el lirio, la rosa, el narciso y el nardo), un objeto (unos guantes perfumados de ámbar), un animal (una civeta) y un personaje (la mujer desnuda pintada por Rubens a la que un amorcillo ofrece un ramo de flores, alegoría del olfato).
En otra de las paredes de la sala, las cuatro restantes pinturas de la serie. Enfrente, cuatro monitores táctiles en los que el visitante podrá elegir una de esas diez fragancias, que olemos gracias a unos difusores. Se ha empleado la tecnología ‘AirParfum’, desarrollada por Puig. Si se escoge la alegoría, olemos una fragancia de rosa, jazmín y clavel (flores del ramo que el amorcillo entrega a la mujer); en el caso de los guantes, se reproduce el olor de los guantes perfumados de ámbar, como los que Rubens regaló a la Infanta Isabel Clara Eugenia: combina resinas, bálsamos, maderas, esencias de flores, cuero… ¿Y a qué huele una civeta? Pues no muy bien, la verdad. Entre sus patas traseras este animal tiene una bolsa de la que se extraía una sustancia resinosa, la algalia, que usaban los perfumistas en el XVII mezclada con esencias de flores, maderas, especias y bálsamos. Como curiosidades, Brueghel pintó ocho variedades de rosas y el lirio es la materia prima más cara de la perfumería (su valor es superior al doble del oro).
Exquisitez única
‘El olfato’, explica Vergara, evoca un idílico y paradisíaco jardín de un palacio imaginario, en el que se han podido identificar más de 80 especies de plantas y flores, además de animales (una civeta, un perro, ciervos, pavos reales…) y objetos relacionados con este sentido: guantes perfumados, alambiques, recipientes de fragancias, una especie de brasero para perfumar el ambiente… Aunque no hay documentación, se cree que estas pinturas fueron encargadas por los archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto de Austria, gobernadores de Flandes, que aparecen retratados en un cuadro dentro del cuadro dedicado a la vista. La serie perteneció al duque de Neoburgo, al cardenal infante don Fernando, al duque de Medina de las Torres… En 1636 ya aparece en el inventario de Felipe IV en el Alcázar de Madrid.
Para Alejandro Vergara, «Jan Brueghel es un pintor de una exquisitez única, tan delicado, tan seductor, tan gozoso, tan maravilloso… Tiene todas las virtudes. No hay mejor pintura que esta. Y, sin embargo, es un pintor que necesita promoción, pues no se le presta mucha atención, creo que por dos razones. La primera, el apellido Brueghel causa confusión. Hay dos grandes: Jan Brueghel y su padre, Peter [escribía su apellido sin h]. La otra, es un pintor de mirada muy cercana. Y en los museos eso no funciona bien. Además, hay otro problema: a la segunda planta norte del Prado sube muy poca gente». Advierte Vergara que, aunque él tiene poca sensibilidad olfativa, en una cena surgió la idea de esta intervención como «una forma de llamar la atención sobre Jan Brueghel. Pero es también una exposición de cultura material (el perfume en el siglo XVII) y de cultura olfativa». Otra forma de acercar la colección del Prado a los visitantes desde nuevos puntos de vista.
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