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Joan Didion nos llegó tarde a los lectores en español. Lo hizo con dos libros maravillosos sobre la pérdida de su marido y su hija: ‘El año del pensamiento mágico’ y ‘Noches azules’. Esta novelista y sobre todo cronista fundamental de la Norteamérica de la segunda mitad del siglo XX fue para muchos de nosotros, antes que nada, una autora con la que acompañar los duelos. Al comienzo de ‘El año del pensamiento mágico’ pertenecen las palabras que más he visto repetir en los últimos tiempos, por escrito pero también en voz alta, cada vez que la insidiosa muerte ha dejado su reguero de dolor: «La vida cambia rápido. / La vida cambia en un instante. / Te sientas
a cenar, y la vida que conoces se acaba». Como algunos de los versos de las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique, estos breves apuntes de Didion después de que su marido falleciera expresan inmejorablemente, quizás por su sencillez extrema, lo inexorable de nuestra finitud. También el misterio de la vida.
¿Cuándo se convierte un autor en importante de verdad? Quizás cuando acompaña a los lectores más allá de la lectura, cuando su voz es invocada como si se tratase de una oración. Los autores que consiguen estar vivos para siempre son aquellos cuyas palabras pronunciamos muchas veces, pues trataremos de ir hacia las cosas y comprenderlas a través de esas expresiones precisas y rotundas. La vida cambia en un instante.
Aparte de los dos libros mencionados, merece la pena leer ‘Los que sueñan el sueño dorado’, una selección de sus mejores artículos y ensayos que la enmarcan en el Nuevo Periodismo, con edición y selección de Claudio López Lamadrid, su editor en España, a quien desde 2019 también echamos de menos. Si el cielo existe, allí se encontrarán.
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