21 noviembre, 2024
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Antonio Muñoz Molina: “Ese mundo al que creemos que volvemos es insostenible”

Durante los tiempos de aislamiento estricto impuesto por la pandemia, el escritor español Antonio Muñoz Molina incrementó la escritura de su diario, en el que buscó atrapar la incertidumbre y la inminencia como motores cotidianos de esos días, y donde también intentó corporizar la necesidad de narrar lo vivido lejos del registro de la ficción ya que por entonces, señala a propósito de la publicación de su libro “Volver a dónde”, se había cancelado “la enzima que producía ficción para concentrarse en dar testimonio”.

Autor de una obra de ficción que incluye trabajos como “El invierno en Lisboa”, “El dueño del secreto”, “Ardor guerrero”, “El viento de la luna” o “Tus pasos en la escalera”, Muñoz Molina (Úbeda, 1956) optó en su último texto, “Volver a dónde”, por el registro personal de lo sucedido en sus días de encierro ante la irrupción del Covid-19 que lo llevaron también a reflexionar y recuperar las memorias de parte de su familia.

El foco está en el relato de lo cotidiano, sus rutinas en el balcón, los rituales y complicidades con su mujer, la escritora Elvira Lindo, pero a medida que avanza la lectura, se cuelan las formas de habitar una gran ciudad como Madrid en el medio de la crisis y las diferencias generacionales para enfrentar la pandemia.

En un diálogo que unió Madrid y Buenos Aires mediante una conversación vía Meet, el ganador de premios como el Príncipe de Asturias de las Letras, el Planeta o el Médicis Étranger y finalista del Booker Internacional en 2018 por su novela “Como la sombra que va”, dice que “hay dos formas de escritura: una mediada por el tiempo, como la ficción, y otra que no, como la del diario personal o la crónica” y reconoce que escribió este libro, editado por Seix Barral, porque tuvo la convicción de que no había “motivo alguno para inventar porque había otra urgencia: la de dar testimonio”.

“El tiempo de la pandemia es tan peculiar que no tiene mucho vínculo con lo que ocurre después. Eso hace que quede lejos. Me acuerdo de cosas y me parece muy remoto”

– ¿Qué repercusiones tuvo del libro? ¿Qué pasa con alguien que tiene tantos lectores de ficción cuando pasa a un registro más íntimo, más personal?
– Cambia pero también hay que arriesgarse a escribir lo que te apetece en cada momento. Para mí hay un ángel de la ficción pero es algo que va cambiando. Hay personas que tienen sensación de reconocimiento e identificación pero también hay un fenómeno producto de la distancia. El tiempo de la pandemia es tan peculiar que no tiene mucho vínculo con lo que ocurre después. Eso hace que quede lejos. Me acuerdo de cosas y me parece muy remoto.

– ¿Nunca pensó en ficcionalizar lo escrito en ese tiempo?
– Nunca. Era muy consciente mientras escribía de que ni mi mente, ni mi cuerpo necesitaban inventar. No era un tiempo para inventar. Ni siquiera para trabajar en ficciones en las que hubiera estado trabajando, ese estado cancelaba la enzima que producía ficción porque había que concentrarse en el testimonio. Es algo que me ha pasado otras veces en situaciones excepcionales, por ejemplo, el 11 de septiembre en Nueva York cuando tuve la sensación de que había que contar lo inmediato. Creo que hay dos formas de escritura: una mediada por el tiempo, como la ficción, y otra que no, como la del diario personal o la crónica. Ese instinto me decía que no hay motivo alguno para inventar porque hay otra urgencia: la de dar testimonio.

Telam SE

– Hay dos dimensiones en el libro que marcan dos tiempos distintos: el diario de la pandemia, escrito durante el encierro, donde hay más enojo y angustia, y otro donde hay más lejanía con esos días y se impone la reflexión. ¿Cómo se fueron uniendo?
– Tengo cuadernos donde escribo regularmente una especie de diario que, cuando empezó la pandemia y el confinamiento tomaron mayor convicción, entonces estuve escribiendo sin parar todos los días durante ese tiempo. Esa fue una fase de la escritura. Cuando terminó el estado de alarma a finales de junio y ya se podía salir, ahí hice una crónica para el periódico que se llamaba igual que este libro “Volver a dónde”, y era una recapitulación. Me di cuenta de que ahí podía haber un libro. Entonces, después del encierro me fui dejando llevar por lo que iba viviendo a través de las conversaciones, sobre todo con mi madre y con mi tío, pero ya había otra dimensión porque no solo estaba contando el presente inmediato sino que estaba volviendo al pasado lejano. Así me di cuenta de que había una especie de línea narrativa inconsciente y se me ocurrió la idea del libro así que seguí hasta diciembre intercalando cosas de lo que había escrito en el confinamiento, por eso ese registro está en cursiva. No fue el propósito escribir un libro sino que el diario se fue transformando en otra cosa.

– En esa impronta de dar testimonio hay una preocupación por advertir que lo que cruje es el sistema capitalista. ¿Cuál es la lectura del escenario actual de la pandemia?
– Estamos en una época en la que la noción de normalidad ha desaparecido. Nosotros la necesitamos, intentamos crearla, incluso en un tiempo en el que de una manera obstinada esa normalidad quedó en suspenso como en 2001, en la gran crisis del 2008 y después con la pandemia, con la guerra y ahora está en suspenso permanente por la crisis climática. La pregunta del título del libro -“Volver a dónde”- es porque nos preguntamos a dónde queremos volver: ¿a la normalidad? No la hay ya. Podemos fingir que hemos vuelto pero ahora en España hay una emergencia climática tremenda con una ola de calor que ha causado incendios apocalípticos. Ese mundo al que creemos que volvemos es insostenible y la pandemia ha demostrado eso. Necesitamos Estados fuertes que sean capaces de organizar la emergencia, trabajadores esenciales bien pagos.

“Uno aspira a escribir y a tener buenos lectores o muchos. Son cosas que se pueden recibir o no. Uno no es mejor o peor por tener un premio. Lo que he recibido lo hice con agradecimiento y para vivir mejor”

– ¿Cómo fue la reconfiguración de Madrid?
– La pandemia nos puso delante de los ojos la posibilidad de algo distinto. Madrid podría ser habitada con mayor presencia vecinal, mayor cercanía pero al mismo tiempo hay fuerzas tremendas que operan en contra de eso. Madrid ha vuelto a ser entregada al tránsito. Y es una ciudad sometida a la presión terrible de la especulación inmobiliaria.

– Y después de este libro, ¿en qué está trabajando?
– Hay historias que llegan y se escriben de golpe y hay otras que por distintos motivos se quedan mucho tiempo en la cabeza y a veces se escriben y a veces no. Tenía una historia de un hombre y una mujer al cabo de 50 años. Estuvieron muy enamorados, se dejaron de ver, la vida los llevó por caminos distintos y se encuentran. Tengo un amigo que vive en EEUU y es muy formal y puntual siempre. Comíamos mucho juntos. Una vez quedamos en Madrid para almorzar y por primera vez llegó media hora tarde. Me pidió disculpas pero se había citado con una mujer que no había visto por 50 años.

– Los premios están muy presentes en su carrera y muchos cuando los recibió cuando siendo muy joven, cuando recién comenzaba su carrera ¿qué lugar ocuparon?
– Creo que en el caso de “El invierno en Lisboa” que le dieran el premio nacional de literatura hizo que se convirtiera en un best seller. Yo trabajaba en una oficina, ese premio me permitió pedir un permiso de 6 meses, luego de dos años que me posibilitó poder vivir sin necesidad y dedicarme a escribir. Tiene una importancia práctica, no como certificación de la calidad porque la incertidumbre y la inseguridad no me las han quitado. Uno aspira a escribir y a tener buenos lectores o muchos. Son cosas que se pueden recibir o no. Uno no es mejor o peor por tener un premio. Lo que he recibido lo hice con agradecimiento y para vivir mejor.

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