El misterio, como en una buena novela negra, se resolvió de forma totalmente inesperada. El ladrón de libros ni siquiera estuvo en el radar de nadie. Había sido hasta entonces un personaje como mucho secundario, poco más que un extra. Eso no le había impedido tener hasta entonces en estado de conmoción a la industria mundial del libro en inglés. ¿Quién estaba robando manuscritos con un sofisticado método de suplantación de identidades? ¿Qué le había llevado a robar libros de grandes y consagrados escritores como Margaret Atwood y también famosos con menor predicamento, como el actor Ethan Hawke? Y sobre todo, ¿qué hacía el ladrón con esos manuscritos, que luego no aparecían por ningún lado?
gloria, el 5 de enero de 2022 la policía judicial estadounidense arrestó en el aeropuerto internacional JFK de Nueva York al ciudadano italiano Filippo Bernardini, de 29 años, que era traductor al italiano y trabajaba como comprador y coordinador de derechos de la filial británica de Simon & Schuster, un titán editorial que opera 35 sellos y publica cada año más de 200 títulos. La editorial procedió inmediatamente a despedir a Bernardini, que trabajaba en Londres, y se declaró «conmocionada y horrorizada» por estas alegaciones de fraude y robo. «Agradecemos al FBI que investigara las denuncias y haya podido presentar cargos contra el acusado», dijo un portavoz en un comunicado enviado por correo electrónico.
La demanda contra Bernardini, presentada en una corte del distrito sur de Nueva York, revela una trama compleja, casi magistral, de libro, para robar manuscritos. El ladrón, que conocía al dedillo el mundo editorial, compró 160 dominios web fraudulentos, que se asemejaban mucho a los originales. Pero donde había una letra, como la ‘m’, Bernardini ponía dos que se vieran igual, como ‘rn’. Así abría cuentas de correo que parecían legítimas pero eran falsas para pedir adelantos de manuscritos.
En lugar de llegar de ‘penguinradomhouse.com’, los correos llegaban de ‘penguinrandornhouse.com’, y los autores picaban. A eso se añadía que Bernardini sabía de qué hablaba. Al tener años de experiencia en el sector de los derechos, usaba la jerga adecuada. En lugar de pedir una copia del ‘manuscrito’, para ir avanzando en correcciones o en menesteres publicitarios, solicitaban simplemente el ‘MS’, empleando una jerga común en el mundillo literario en inglés.
Según la denuncia, entre las víctimas hubo numerosas agencias de talentos literarios, representantes, editoriales y otros. Tras comprar los dominios, «Bernardini usó estas identidades falsas y dominios manipulados para dirigirse a otros en el mundo editorial, incluidos autores, gerentes, agentes y editores, para solicitar de manera fraudulenta, entre otras cosas, manuscritos no publicados». Los correos electrónicos incautados por el FBI demuestran, según la demanda, que Bernardini «se hizo pasar por cientos de personas distintas y participó en cientos de intentos de obtener de manera fraudulenta copias electrónicas de libros a los que no tenía derecho».
Un misterio
Bernardini comenzó en agosto de 2016, y pronto las alarmas sonaron en el mundo editorial. Dos años después, tanto la editorial Penguin Random House como la Asociación de Representantes de Escritores Estadounidenses denunciaron en sendas misivas un aumento de los casos de lo que se conoce como ‘phishing’, una ciberestafa con la que se pretender captar material o datos privados de las víctimas. Lo extraño, para el sector, era que esos manuscritos robados no aparecían en los rincones más oscuros de internet, vendidos al mejor postor. Según la demanda, los robos se detuvieron en julio de 2021.
Las razones de Bernardini siguen siendo un misterio, porque en la denuncia nada se dice de ellas y el detenido aún no se ha pronunciado ni ha presentado de momento a un abogado propio ante la corte que le juzga. Ahora se enfrenta a hasta 20 años de prisión.
Y como no podía ser de otro modo, incluso los fiscales que llevan su caso se han permitido alguna que otra licencia literaria al anunciar su captura y enjuiciamiento. «Esta historia de la vida real ahora se vuelve moraleja, con el giro en la trama de que Bernardini se enfrente a cargos penales federales por sus fechorías», dijo el fiscal Damian Williams, quien recordó, como en las novelas, que todo el mundo es inocente hasta que se le declare culpable.
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