25 noviembre, 2024
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Cesare Pavese y la ficción como forma de intervención política

Ilustración: Pablo Blasberg.

La juventud como etapa exploratoria e irreverente, la diferencia de clases sociales como motor para agudizar la perspectiva y la politización como un proceso de redescubrimiento del mundo atraviesan las novelas “El diablo en las colinas” y “El compañero”, del editor, poeta y escritor italiano Cesare Pavese, que llegan a la Argentina casi al mismo tiempo y revitalizan una obra cuyas marcas se pueden ver en la narrativa y el cine contemporáneos.

Traducidos por el escritor, poeta y docente Silvio Mattoni, ambos libros pasaron a dominio público en 2021, lo que implica que se cumplieron los 70 años de la muerte del autor italiano y transcurrido ese tiempo, el derecho sobre su obra deja de tener plenos efectos por lo que la creación, antes protegida, puede ser utilizada sin necesidad de solicitar licencia.

Cesare Pavese nació en 1908 en Santo Stefano Belbo y murió en Turín, en el año 1950. Se graduó en Letras en la década del 30; fue poeta, novelista, traductor, editor y un ensayista que se apropió de la polémica para intervenir en su tiempo histórico. Llegó a estar encarcelado durante 10 meses acusado de antifascista. Su obra se sigue leyendo y editando porque hay una comunidad lectora que sigue encontrando en sus escritos un registro, un tono y una llave para habitar este mundo.

“Es cierto que con los derechos disponibles todo resulta más fácil para los editores, pero también es cierto que hay un montón de autores con los derechos disponibles todos los años. A Pavese se lo publica porque es un escritor enorme y porque sigue hablándonos”, dice a Télam Alejo Carbonell, editor del sello Caballo Negro, responsable de la edición en nuestro país de “El compañero”.

El escritor y editor Manuel Álvarez trabajó en la edición de “El diablo en las colinas”, publicada por editorial Marciana, y dice que “la influencia de Pavese es enorme e inagotable porque fue un adelantado, entonces uno lo lee hoy y sigue siendo actual, en la forma y en el fondo”, algo por lo que no duda en equipararlo con Roberto Arlt.

Para Álvarez, esa influencia del editor del mítico sello italiano Einaudi, en el que luego de su suicidio en 1950, su amigo Italo Calvino siguió publicando su obra “no solo se limita a la literatura del siglo pasado ni a la literatura italiana, sino también al cine italiano, incluso al de ahora, a Paolo Sorrentino, por ejemplo”.

Por su parte, Mattoni, el traductor de ambas novelas, dice que el pasaje al castellano de estas novelas fue de “mucho apasionamiento”, entonces fue un proceso llevado a cabo “con rapidez, por su ritmo y el efecto de verdad que tienen sus personajes”.

Sobre los alcances en Argentina de la obra de Pavese, Mattoni señala que “sus poemas se han traducido muchas veces y sus novelas se leyeron mucho en los 70, por su compromiso político y quizás porque algo de ese mundo italiano nos corresponde”.

Pero no es la primera vez que Mattoni traduce a Pavese, ya lo había hecho hace 20 años con la novela “La luna y las fogatas”, y esta vez su trabajo comenzó con “El compañero”, en la que dice que encontró “un estilo muy distinto, más lacónico, más parco, con mucho más lirismo y más urbano”, ya que se trata de una historia desarrollada “en dos ciudades, como Turín y Roma, y los trayectos del protagonista están marcados por eso”.

“Tiene frases con menos metáforas. Casi podría pensarse en relación con el neorrealismo, en el cine que deriva de la literatura. Son personajes de sectores populares que van adquiriendo conciencia política y van madurando en cuanto a la mirada sobre lo social, en sus sentimientos y las relaciones afectivas”, explica.

En relación a “El diablo en las colinas”, el traductor advierte que se trata de “una novela más relacionada con el ambiente y los personajes de ´La luna y las fogatas´, por esa ida de la ciudad al campo, el descubrimiento del destino personal y de acontecimientos transformadores”.

Mattoni analiza que en esa novela editada por Marciana “hay un personaje que visto desde afuera parece entregarse a su propia destrucción, parece tener una perdición aristocrática mientras los otros personajes están en vidas más organizadas, son estudiantes universitarios y asisten a ese destino endemoniado que está muy mimetizado con un paisaje y una propiedad aristocrática en las colinas pero abandonada y carcomida por la desidia”.

Pero, ¿qué tienen en común ambas historias? ¿Hay algo que las haga identificables en el universo Pavese? “Las dos están escritas con pocos años de diferencia y pertenecen a los últimos períodos de su escritura. ‘El diablo…’ pertenece a una serie de novelas sobre ese paisaje en el que había nacido Pavese, la zona piamontesa en los alrededores de Turín, entonces puede entrar en esa serie entre el hogar natal y cierto temperamento, humor, melancolía o fatalismo que también se puede inferir en sus poemas de ‘Trabajar cansa’”, responde Mattoni.

Y marca diferencias con “El compañero”, a la que define como “una novela acerca de cómo se vivió la conciencia política en la época del fascismo antes de la guerra y en la que Pavese se propone ver cómo se descubre esa conciencia política no en un intelectual sino en un personaje de una clase popular aunque parte del descubrimiento se da por las lecturas políticas”.

“Son en ambos casos personas jóvenes que descubren una perspectiva sobre el mundo y están en ese tránsito de la juventud a la madurez”, resume Mattoni.

En esa línea Álvarez resalta que en ambas obras “está la irreverencia de la juventud, la impronta social y política, la potencia de las ideas, la crítica al capitalismo, esa diferencia de clases, y, sobre todo, un despertar”.

“Si bien ‘El diablo…’ dialoga más directamente con ‘El bello verano’ y ‘Entre mujeres solas’, con las que forma un especie de tríptico con la naturaleza como eje, todas sus obras narrativas tratan, con diferentes matices, sobre los grandes temas universales o filosóficos; y, justamente, la particularidad es cómo trata esos temas, con la profundidad y las herramientas narrativas con la que los disecciona”, explica.

El autor del libro de cuentos “Nadie sale de acá” asevera que “un diálogo suyo te deja con la cabeza dando vueltas en el aire. Todo el universo pavesiano está condensado en ‘El diablo en las colinas’, que además tiene una historia muy potente, un último verano real. Acá se nota, tal vez como en ninguna de sus novelas, la influencia de los grandes narradores norteamericanos. Es una novela que podría haber escrito Fitzgerald, aunque pienso que en Fitzgerald sería más trágica y menos filosófica”.

¿Cómo llegaron los editores que hoy posibilitan la lectura en castellano de estas dos novelas a la obra de Pavese? Carbonell cuenta que se acercó “como lector hace muchos años” y se quedó “para siempre”. “‘El compañero’ es una novela hermosa que fantaseaba publicar, hasta que se dio. Es cierto que con ‘El diablo en las colinas’ hay un universo compartido en relación a la juventud, sin embargo el tono dominante, el del joven protagonista, es más áspero, tiene una insatisfacción de clase que comienza a procesar y verbalizar primero en Turín y luego en Roma. Eso implica una toma de posición del personaje que hace única a esta novela en el universo Pavese”, sintetiza.

Álvarez relata que empezó “por el final”: “Leí primero ‘El oficio de vivir’, sus diarios, que se publicaron luego de su muerte, y esos diarios, en donde está la cocina de lo que el Pavese escritor craneó en sus últimos 15 años de vida, me llevaron a su ficción, a sus novelas, entre ellas ‘El diablo en las colinas’. Y a los diarios llegué por la lectura de Piglia, que era un fervoroso difusor de Pavese, digamos que él me contagió el entusiasmo al menos para ir a buscarlo, porque después Pavese se encarga solito de que no te vayas más”.

Sobre el impacto e influencia del italiano en Argentina, el escritor apunta que “siempre fue muy leído por un círculo literario chico pero intenso” y recupera un dato: “‘El diablo en las colinas’ apareció por partes en la revista El sur en la década del cincuenta, pero no terminó de romper esa barrera netamente literaria, al menos en lo que es narrativa, su poesía sí circuló más”.

“Antes lo nombré a Piglia que, además de un gran difusor, fue claramente influenciado en su ficción, también se me ocurre Di Benedetto o Saer en lo que es narrativa, o ahora Martín Kohan que sacó un libro de cuentos bajo el aura de Pavese; después pienso en Marcelo Cohen en lo que respecta a sus ensayos. En fin, no tengo dudas de que es un autor que merece más difusión, por eso rescatamos ‘El diablo en las colinas’, para que sume lectores y, quién sabe, quizá nazcan nuevos escritores bajo su influencia”, destaca.

Para Carbonell, esa influencia, se puede rastrear en muchos autores argentinos, y cita el catalogo de Caballo Negro: “Rápidamente se me ocurre nombrar a Angelino, a Tere Andruetto, a Elena Anníbali… diría que todos tenemos un poco de Pavese en la sangre”.

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