Un inspector infectado por una bacteria que le devora el corazón y puede matarle en cualquier momento. Una ola salvaje de calor que obliga a la gente a recluirse en sus casas y no pisar la calle hasta el crepúsculo. Una muchacha emerge de la oscuridad tras quince años de secuestro por un psicópata que encubre su identidad con una cabeza de conejo.
Es ‘El hombre del laberinto’ (Duomo), novela que Donato Carrisi (Martina Franca, 1973) publicó en 2017. Un año después, el autor la dirigió para el cine con Dustin Hoffman y Toni Servillo de protagonistas: «Mis lectores dicen que leer mis novelas es como ver una película y es así porque antes de escritor fui guionista. Cuando escribo una novela ya hago de guionista y viceversa», explica.
‘El hombre del laberinto’ nació en la ducha de un hotel. Aclaremos la circunstancia: «Estaba rodando con Jean Reno ‘La chica en la niebla’ a dieciocho bajo cero. Al volver al hotel y meterme en la ducha quedé absorto mirando las baldosas de la pared: ‘¿Y si ahora no estuviera en el lugar que pienso que estoy y todo fuera ficción?, me pregunté. Fue como una iluminación».
En esta novela no hallamos referencias geográficas. Es, más bien un «no lugar», como los que teorizó Marc Augé. En el laberinto, subraya Carrisi, nunca sabes dónde estás: «El lector decide si entra y el autor decide cuando saldrá del laberinto». Al leerla se puede pensar en que detrás de lo visible y lo oficial, sea en las personas, los sistemas políticos o la Historia, siempre existe una trastienda. También en los sueños, donde lo que ocurre no comporta responsabilidad moral o penal: «Mi profesor de Criminología afirmaba que los instintos malvados se expresan primero en los sueños y luego pasan a la vida real», apunta. El inspector de la novela busca al hombre del laberinto en el Internet oscuro. En las redes sociales y los avatares del universo virtual, «se refugian las conciencias malvadas», advierte Carrisi.
Una novela con referencias artísticas: el inspector se enorgullece de poseer un cuadro del dadaísta Hans Arp y el psicópata traza sus perversiones en un cómic que titula ‘Bunny’ y acaba siendo pasto de coleccionistas. Al examinar esas viñetas, tan torpes como cotizadas, un especialista en arte justifica su éxito: «Cada época elige su propia estética y, a veces, lo feo también puede generar lo bello».
Esos ingredientes estéticos en una novela negra provienen de la admiración de Carrisi por un siglo XX que juzga más fascinante en lo cultural que el XXI. Preguntamos si se identifica con el Jep Gambardella de ‘La gran belleza’… Acepta la comparación: «Tengo mucho en común con el personaje de Toni Servillo».
Destacado autor de «giallo», Carrisi ve con preocupación la censura que conlleva la corrección política y la cancelación: «Detesto la intolerancia. Cuando se marcan las reglas con una interpretación tan obtusa pienso en los talibanes que destruyeron los budas. La corrección política y la cancelación limitan la libertad».
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