El mundo de las subastas de arte vive un auge implacable que viene marcando récord de ventas, como lo demostró el reciente remate de la pintura “Diego y yo”, de la mexicana Frida Kahlo, que adquirió por USD 35 millones el argentino Eduardo Costantini y que se convirtió en la más cara de la historia del arte latinoamericano, un fenómeno que coincide no solo con el mes -noviembre- para el cual las subastadoras se reservan los nombres fuertes, sino también con las ventas on line que crecieron de manera exponencial debido a la pandemia, y que trajeron aparejada una inédita transparencia en este mercado.
Con la adquisición de esta pintura, emblemática en la carrera de la pintora mexicana, el empresario argentino acaparó la atención de periódicos de todo el mundo, ansiosos por conocer el destino de la obra que Costantini compró para su acervo personal, pero que -como adelantó a Télam- prestará al museo Malba para su exhibición el año próximo.
Quien ostentaba anteriormente el récord para una obra de arte latinoamericano en subastas era nada menos que el muralista Diego Rivera, el adúltero esposo de Frida que, curiosamente, está representado en la frente del autorretrato vendido, justo encima de sus ojos, de los que caen lágrimas. Esa especie de tercer ojo simboliza la tempestuosa relación entre Kahlo (1907–1954) y Rivera (1886–1957), quienes estuvieron casados casi 25 años en un matrimonio apasionado y turbulento a la vez.
El creador de Nordelta contó que realizó la puja de manera telefónica pero a la vez seguía atento por streaming a cada movimiento de la subasta, a través del sitio web de la rematadora.
¿Podría la adquisición de esta Frida -que desbancó del primer puesto a “Los rivales” de Rivera, vendida en 2018 por 9.8 millones de dólares- influir en las ventas de artistas argentinos, de algún modo? ¿Cuál es el estado del mercado en Argentina? ¿Y cómo sigue la agenda en materia de subastas?
“Con respecto al arte argentino, lamentablemente, no creo que influya. El arte mexicano está todavía un tiempo adelantado al nuestro pero no en calidad artística. Los artistas mexicanos son más famosos en el mercado. Y Frida es un ícono mundial, nosotros aún no tenemos uno similar”, explica a Télam Sebastián Boccazzi, director de la casa de subastas argentina Roldán.
Si se piensa en números, en mayo pasado (otro mes fuerte para las subastas internacionales) se vendió un Antonio Berni, “Juanito dormido”, por 441.000 dólares, un récord para el rosarino pero bastante lejos de la obra argentina más cara alguna vez vendida en subasta; “Concierto”, una naturaleza muerta de Emilio Pettoruti, se subastó en 2012 en Nueva York por casi 800 mil dólares. Y mucho más lejos aún de la Frida de 34,8 millones. Así y todo, las obras de artistas latinoamericanos manejan presupuestos bastante menores que otros artistas internacionales. Basta mencionar el Leonardo Da Vinci subastado en 450 millones. Es cierto que otro trabajo de Berni, “Desocupados” se vendió hace años en un millón de dólares pero fue en una transacción privada por lo que automáticamente queda afuera de esas listas de rankings.
“De todos modos, creo que es un paso importante para el arte latinoamericano, para que el coleccionismo internacional le preste más atención y vean la calidad de los artistas argentinos. En arte concreto, fuimos pioneros”, sintetiza Boccazzi.
Sobre la venta de esta pintura de Frida asegura que no le sorprendió el precio: “Si lo pensás, a nivel mundial, los latinoamericanos, con la trayectoria que tienen, siguen siendo los más baratos en comparación al resto del mundo”, añade.
Luego de la pandemia, la estrategia de la casa Roldán fue hacer remates más pequeños y selectivos, con menos lotes, algunos on line, teniendo en cuenta que “muchos coleccionistas se fueron a vivir afuera. Y tuvo más efectividad. En 2021 nos fue sensacional. Y el 2020 nos sirvió para ser mejores, quiero decir, para ver que el mundo había cambiado, para ser más creativos, reformular, hacer remates por streaming y llegar a cualquier parte del mundo. Hoy las ventas se concretan mucho más por teléfono u on line”, ejemplifica.
Entre los más vendidos de Roldán se cuentan los artistas modernos y contemporáneos, con nombres como Julio le Parc y Nicolás García Uriburu. “Este año no subastamos obras para romper récords, porque fue un año de transición. Las ‘master piece’, es decir, las obras con calidad de museo, decidimos cuidarlas. Es probable que salgan en la temporada 2022”, sugiere Boccazzi.
La casa de subastas Witcomb -la primera galería de arte de la Argentina- trabaja desde siempre con nombres clásicos: Juan Carlos Castagnino, Raúl Soldi, Benito Quinquela Martín, Carlos Alonso, Marta Minujín. La aparición de la pandemia obligó a una reinvención on line que llegó para quedarse: “Hubo un resurgimiento de lo virtual, que ha pegado un vuelco increíble. Todas nuestras subastas en el último año y medio fueron on line. La comercialización se viralizó. Recibimos ofertas de todas partes de la Argentina. La gente descubrió que con un click puede acceder a un inmenso catálogo y comprar on line lo que sea. Y el arte no escapa a esa tendencia”, detalla a Télam Jorge Calvo, titular de la galería Witcomb.
Ya a comienzos de la pandemia, en 2020, algunos especialistas habían ponderado que el masivo vuelco al mundo on line traía una transparencia inédita en el mercado del arte, que podría atraer nuevos compradores: “Lo que antes había tardado años -que las galerías exhiban los precios- se consolidó en semanas”, había graficado Noah Horowitz, director de Art Basel Miami, durante un conferencia.
“La venta on line trae transparencia, la gente ve en tiempo real cómo va su producto elegido, si sube o baja de precio. Hoy la galería es mucho más visitada virtualmente que de manera presencial”, explica Calvo que también comercializa obras gráficas de Pablo Picasso y Joan Miró, pero en su mayoría arte argentino.
“Argentina ha tenido y sigue teniendo una cantidad y calidad de artistas incomparable”, añade Calvo y asegura que uno de los artistas que “se vende siempre” es Benito Quinquela Martín: “Es una perlita. Siempre acapara las miradas”.
“Pettoruti también tiene cotización internacional, -confirma el titular de Witcomb-, así como Julio Le Parc, Pablo Reinoso, Liliana Porter, León Ferrari”. Hace pocos días, la galería Witcomb lanzó la subasta online Grandes maestros del arte nacional e internacional que incluyó obras de Marta Minujín, entre otros nombres.
Uno de los fenómenos de ventas de Witcomb es el chaqueño Milo Lockett: “tiene un público que abarca todas las edades. Y los precios están al alcance de todo el mundo. Es muy económico. Pensá que la galería de arte es un espacio al que no entraban los chicos, hasta que apareció Milo”.
Comprar a un click, la transparencia de precios y los valores accesibles podría ser una de las fórmulas del éxito. Y la pandemia impulsó lo virtual como nunca antes, con remates vía streaming y transacciones en plataformas virtuales. Resta esperar la posibilidad de que el arte argentino, alguna vez, se valorice como el de sus pares latinoamericanos.
La entrada Ebullición del arte latinoamericano: no tiene su correlato en las producciones argentinas se publicó primero en Cultural Cava.