El sábado por la tarde llegaba al Prado un retrato de Carlos V pintado por Juan Pantoja de la Cruz, procedente de los Museos del Kremlin, donde iba a formar parte de una exposición que debía inaugurarse el 3 de marzo, pero que fue cancelada, tras la invasión de Ucrania el 24 de febrero. Es uno de los préstamos internacionales que quedaron atrapados en los sótanos de los museos rusos. Además, se habían cedido ocho piezas de la Armería del Palacio Real. El viaje de regreso de las obras se hizo en camión desde Moscú, vía San Petersburgo y Helsinki, hasta su regreso a España.
al que el museo que dirigió entre 1896 y 1898 le dedica un pequeño homenaje en el centenario de su muerte. En realidad, la efeméride se conmemoraba en noviembre de 2021, pero debido a que Zaragoza organizó entonces una exposición que incluía préstamos del Prado, no quiso interferir y se acordó aplazar esta hasta ahora. Cuando se renovó la instalación de la colección del XIX en el edificio de Villanueva, al final del recorrido se dejó una pequeña sala, la 60, para exponer, de forma rotatoria, obras que no se exhiben habitualmente. El Prado atesora unas 2.700 del XIX, la mitad del total de sus fondos.
En esta ocasión, la muestra, ‘Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España’, patrocinada por Ramón y Caja Abogados, reúne, hasta el 23 de octubre, ocho cuadros, a los que se suman en la sala 75 su gran obra obra maestra, ‘Doña Juana la Loca’, y su boceto más acabado (dedicado a José Casado del Alisal, entonces director de la Academia de España en Roma), adquirido hace unos años, ambos de 1877. El imponente lienzo, de 3,40 por 5 metros, obtuvo la Medalla de Honor, máximo galardón, en la Exposición Nacional de Madrid y en la Exposición Internacional de París de 1878. Destacaron de él su dominio de la perspectiva, su sentido del ritmo, el equilibrio de la composición, la utilización escenográfica del espacio, el tratamiento realista de las figuras y el paisaje, así como su rigor documental.
La muestra arranca con una obra donada recientemente por Juan Pablo Montserrat, mecenas del Prado, que la adquirió en subasta y se exhibe por vez primera. Se trata de ‘El cadáver de Beatriz de Cenci expuesto en el puente de Sant’Angelo’, copia que hizo Pradilla en 1871 de un cuadro de Lorenzo Vallés, que fue casi destruido en un incendio en el Ministerio de Fomento y que conocemos gracias a una fotografía de Laurent. Con esta obra, explica Javier Barón, jefe de Conservación de Pintura del XIX del Prado y comisario de la muestra, se inicia Pradilla en la pintura de historia, el género pictórico más valorado en nuestro país entre 1856 y 1890. A su lado, un pequeño lienzo, de 25 por 40 centímetros, ‘Doña Juana la Loca en los adarves del castillo de la Mota’, adquirido con los fondos del legado Carmen Sánchez, que supuso el primer pensamiento de Pradilla sobre un asunto que le daría fama internacional. Lo pintó en 1876. Para él se fija en Rosales. También cuelga en la sala una copia del lienzo final grabada al aguafuerte por Bartolomé Maura y Montaner en 1881.
Junto a su lienzo más célebre, ‘Doña Juana la Loca’, la otra obra más reconocida de Francisco Pradilla es ‘La rendición de Granada’, que atesora el Senado en el Salón de los Pasos Perdidos y es también una joya de la pintura de historia. Sin embargo, el Prado cuenta con un estudio preparatorio tomado del natural para el caballo de Boabdil (‘Caballo árabe del conde Bobrinski’, de 1880), pesente en la muestra. Ya en el siglo XX, entre 1906 y 1910, se produce el declive de la pintura de historia, que pasa de moda, debido, según Javier Barón, a la irrupción de la pintura social, el postimpresionismo y vanguardias como el cubismo. Pese a ello, Pradilla pinta obras de gran calidad como ‘La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina’ (1906) y ‘Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla’ (1910). Ambas fueron un encargo del empresario vasco Luis de Ocharan. La exposición se completa con un ejemplo de su maestría en la acuarela (‘Marino Faliero, Dux LV’, de 1883), donde sigue las huellas de Mariano Fortuny -ambos coincidieron en Roma-, y un autorretrato de Pradilla, ya viejo y cansado, de 1917.
Destaca Javier Barón que Pradilla fue un pintor muy dotado y de un gran virtuosismo, fascinado por el pasado, con una mirada melancólica y nostálgica, a quien le atraen las figuras de conciencia desgraciada, como la propia Juana la Loca, Blanca de Navarra o el Príncipe de Viana. Pero niega que haya carga o connotaciones políticas en sus pinturas de historia: «Fue el gran pintor de historia del siglo XIX en España».
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