De los parajes «desgarradoramente bellos de Numancia», al verdor imposible de Menorca. Cuenta el catedrático de Historia Contemporánea Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942) que esta piel de toro en la que pasamos los días se asemeja a un puzzle de mil piezas; uno que ha quedado forjado a golpe de las diferentes tradiciones y culturas clásicas.
El cóctel que resulta se puede disfrutar en cada pueblo, villa recóndita y hueco perdido de nuestro país. Y, lo que es más importante, ha vertebrado España y se ha exportado a nuestros vecinos. Conforma, en definitiva, un «patriotismo cultural» que hay que poner en boga. «Debemos fomentar la adhesión sentimental a la nación mediante la historia y el incalculable tesoro
de nuestras expresiones artísticas y literarias. Estas confirman la existencia de una personalidad más allá de cualquier esfuerzo político por impugnarla y más allá de toda indolencia cívica para preservarla».
El escritor se refiere, entre otras muchas cosas, a la nueva ley de Memoria Democrática. Esa norma que, sentencia, carga cual miura contra la historia de nuestro país. «El Gobierno actual se mueve en las coordenadas morales de los líderes totalitarios que sirvieron de inspiración a Orwell para escribir su novela ‘1984’. Sánchez y sus socios están empeñados en reescribir el pasado y manipular el presente a su conveniencia. ¡Pobres españoles! Atrapados sin remedio bajo los sermones patológicos de una ley aberrante, hija de su obsesión con Franco».
Por todo ello ha alumbrado ‘Paisajes de la historia de España‘ (Espasa); porque no viene mal recordar a nuestros paisanos que las ciudades que ven a diario fueron pisadas en su día por personajes como Miguel de Cervantes o Felipe II. Pero también porque hay que combatir mediante pluma y tintero contra los intentos por fomentar la desmemoria.
De Santiago a Madrid
Página a página, García de Cortázar recorre en su flamante obra pueblos y ciudades; villas y grandes urbes. «Puedo hablar de lugares con un peso abrumador en nuestra historia, como Santiago de Compostela, Cádiz o Salamanca. Pero también de otros cuya capacidad evocadora resulta más humilde, aunque no menos poderosa, como el antiguo monasterio de Suso, que recuerda los albores del castellano», incide.
En letras de oro rememora también a personajes unidos de forma irremediable a regiones clave del país. Los traductores de Toledo, los exploradores castellanos de los siglos XVI y XVI y los pensadores de la Escuela de Salamanca son solo algunos de los mucho que recoge. «La historia es lo que otorga hondura a España, a la que dieron su savia mejor todos los pueblos, culturas y dioses que han sido algo en la historia del Mediterráneo», completa.
No se olvida tampoco el autor de Madrid, urbe que ha sufrido tropelías como la puñalada de Napoleón Bonaparte. Para García de Cortázar es clave más allá de su entidad: «Representa en la historia de España lo que Berlín en la de Alemania, París en la de Francia o Londres en la de Inglaterra. Ni más, ni menos». En este sentido, no cree que hayamos pecado de centralismo; más bien está convencido de su importancia. « Felipe II la eligió como capital de su imperio cuando solo era una pequeña urbe manchega y esa decisión, que puso fin al nomadismo de los monarcas medievales, la convirtió en el centro donde se cruzaban todos los caminos de nuestro pasado», sentencia. Aunque insiste en que la memoria «palpita a lo largo y a lo ancho de toda la geografía».
Los males de ERC
Otro tanto sucede con Cataluña, un paisaje que, en sus palabras, poco tiene de esa pátina independentista que se nos vende desde hace algunos años. «Me quedo con esa región radiante, moderna y cosmopolita, modelo de crecimiento hacia Europa, de disfrute de la singular fortuna del bilingüismo, de rechazo de cualquier distinción entre catalanes por su lugar de nacimiento o por el idioma que usaban, de voluntad de integración en una España unida y constitucional», explica. Con Barcelona le pasa lo mismo: prefiere evocar la Ciudad Condal verdadera, esa «capital de la literatura llena de centenares de editoriales», la segunda patria de los novelistas de ‘boom’ hispanoamericano.
Por desgracia, afirma, esa Cataluña es la que anhela desmembrar el independentismo de Esquerra Republicana. El mismo partido que quiere que España se disculpe con Marruecos por la Guerra del Rif. «Es la moda: juzgar el pasado según las coordenadas morales del presente, y claro, pedir perdón. Por la guerra del Rif, por el descubrimiento y la conquista de América… Es un claro síntoma de una enfermedad que padece Occidente desde hace ya tiempo: la tiranía de la penitencia, el masoquismo expiatorio», declara.
Para García de Cortázar, no hay duda de que Europa ha creado auténticos monstruos, pero también de que ha concebido teorías para destruirlos. «Mucho mejor que organizar frívolas liturgias de perdón por los atropellos del pasado es mejorar el conocimiento de este sin las manipulaciones del presente», finaliza.
Y de las grandes urbes, a ciudades con una historia mayúscula. La obra cuenta con cientos, pero algunas ocupan un lugar especial en la mente de García de Cortázar: «Ermua, por ejemplo, fue el primer paisaje que escribí. Y es que, por mucho que pasen los años, yo sigo oyendo los gritos de la gente y viendo las pancartas y carteles que inundaron aquel terrible mes de julio de 1997 en que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco». En el libro aparece en las últimas páginas, aunque por cronología, no por importancia. A cambio, empieza con Ampurias o Mérida. Entre medias, dos mil años de paisajes.
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