Explica Fernando Vicente (Madrid, 1963) que, a la hora de buscar portada para la asombrosa e increíblemente voluminosa monografía que le ha dedicado Norma Editorial, su primer impulso fue crear de la nada una ilustración inédita que pudiese resumir cuatro décadas de oficio. Cuarenta años rodeado de pinceles y tarros de mermelada convertidos en botes de pintura y toda una vida dedicada al dibujo y la ilustración. Al cómic, la prensa y las portadas de discos. A ‘Peter Pan’ y ‘Las amistades peligrosas’. El problema, añade, es que nada de lo que se le ocurría mejoraba una obra ya existente: el cartel que realizó en 2015 para la Feria del Libro de Madrid.
El flechazo de la lectura, capturado en una imagen de magnético atractivo que saluda ahora desde la cubierta de ‘El arte de Fernando Vicente’, antología que reúne más de 500 obras en 360 páginas. «Habla un poco de mi amor por los libros», asegura el ilustrador madrileño. Y si de algo va esta historia es precisamente de eso: de amor incondicional por los libros y pasión desmedida por unos títulos que lleva quince años iluminando con sus dibujos e ilustraciones. «Ahí es dónde me encuentro más cómodo», reconoce un artista que, después de transitar del cómic a la publicidad y de las prisas de la prensa diaria y semanal al cartelismo, ha encontrado en las versiones ilustradas de grandes obras de la literatura un refugio a medida.
«Me han encasillado un poco en los clásicos. Ilustras ‘Drácula’ y entonces te dicen que, claro, has de hacer también ‘Frankenstein’. Y de ‘Mansfield Park’ lo normal es que pases a ‘Cumbres borrascosas», explica. La lista, un auténtico quién es quién de la literatura universal, suma ya más de treinta referencias e incluye títulos como ‘Alicia a través del espejo’, ‘Momo’, ‘El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide’, ‘La isla del tesoro’, ‘`Poeta en Nueva York’, ‘El gran Gatsby’, ‘El Manifiesto Comunista’…
«También he trabajado con autores vivos», subraya antes de recordar sus colaboración con Arturo Pérez Reverte (‘La Guerra Civil contada a los jóvenes’, ‘El pequeño Hoplita’) o Marta Sanz (‘Retablo’). ‘Lo que el viento se llevó’, con su millar de páginas y sus 60 ilustraciones, es uno de los últimos trabajos publicado de un autor que, incapaz de estarse quieto («el año pasado hice 380 dibujos, más de uno por día», informa), anda ya enfrascado en la versión ilustrada de ‘Las amistades peligrosas’.
«Mi sueño loco sería hacer ‘Moby Dick’, aunque ya hay varias ediciones ilustradas -fantasea-. También ‘El retrato de Dorian Gray’, aunque cuando lo propuse me dijeron que no era el momento». ¿El secreto de su éxito? La belleza que persiguen todos sus dibujos. «Incluso las cosas más desagradables intento llevarlas a un terreno menos árido», asegura.
Cómic sin vocación
Con todo, el de los libros ilustrados es sólo un capítulo, el último, de una carrera (y ahora también de un libro) que arrancó en los años ochenta en revistas como ‘Madriz’ ‘La Luna…’ y empezó estrechar lazos con libros y escritores en las páginas de ‘El País’, ’eme21magazine’ y ‘Letras libres’, entre otras publicaciones. «Empecé en el cómic sin querer hacer cómic», asegura sobre sus primeros trabajos. Quizá por eso nunca se ha planteado regresar al género. «Nunca he tenido una propuesta», apunta. Además, añade, es consciente de que carece de la ‘vocación de autor’ que sí que tienen amigos suyos como Javier Olivares. «Cuando hacía cómic me daba cuenta de que necesitaba un guionista: yo nunca he sabido hacer esa parte», reconoce.
Curtido durante una década como director de arte de una agencia de publicidad, Vicente lleva las últimas décadas viviendo y dibujando entre libros. «Al venir de la publicidad, no tengo la bohemia que se asocia a los pintores: llego a divertirme al estudio a las nueve de la mañana y me voy a las nueve de la noche», explica. Siempre de pie, casi siempre con varios dibujos en marcha al mismo tiempo. «Mis colegas tienen problema de cervicales, yo sufro de las lumbares», reconoce.
Aún así, si tiene un rato libre, agarra sus trastos y se echa a la calle a seguir pintando al natural. «¿Qué voy a hacer? ¿Quedarme en casa viendo la tele?», se pregunta un autor que, como casi todos los creadores, anda un tanto inquieto por la incursión de la Inteligencia Artificial en diferentes disciplinas artísticas, ilustración incluida. «No sé si es una amenaza, pero está pasando algo que no conocíamos. Es como cuando llegó Internet, que tampoco sabíamos lo que era y ahora no podemos vivir sin ello. Lo que no sé es en qué quedará esto: tiene un punto de que todo lo iguala y hace cosas terriblemente horteras», asegura.
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