El gaucho Miguel Martín de Güemes es un ejemplo de caudillo popular y social de nuestra historia patria. Nacido en Salta, a los 14 años ingresa a las Fuerzas Armadas y luego, durante las invasiones inglesas comete un acto realmente insólito, como fue el abordaje de un barco inglés que había encallado. Sin dudarlo, él y su gente hacen el abordaje y toman prisioneros a los tripulantes de la nave invasora.
Vuelve al norte en la Batalla de Suipacha y después desarrolla la mayor parte de su lucha en su provincia natal. En Salta alcanza un predicamento notable entre las masas populares, convirtiéndose en su gran defensor. Sostiene que debían luchar por nuestra liberación frente a los nueve intentos de invasión por el norte del ejército de José De la Serna. Güemes los rechaza y se convierte en el líder de los gauchos.
Entonces dice algo que a muchos les llama la atención: “Estos gauchos que dan su vida por defender a la patria y cuyas familias pagan arrendamientos por sus pequeñas chacras, no deben pagarlos más. Deben estar libres de todo compromiso de pago porque, en realidad, están cumpliendo el papel que deberían cumplir todos los salteños. Mientras, hay una minoría de salteños que recibe los beneficios de la libertad, pero permanecen en sus casas”.
Por eso se habla del “fuero gaucho”. “No deben pagar más arriendos” dice Güemes y se convierte, de a poco, en un caudillo adorado por su pueblo y denigrado, por supuesto, por la minoría salteñas.
En Salta se había conformado una élite acaudalada y reaccionaria que jugaba a favor de la invasión, cuyos nombres conviene recordar porque son apellidos que – por su dedicación al comercio, a lo financieros y no a jugar el pellejo – han permitido que sus generaciones siguieran portando el apellido. Por ejemplo, hay un Cornejo que se lo oye hablar de vez en cuando; los Uriburu que después van a intervenir con un presidente de la Nación por fraude y otro presidente por un golpe de Estado; los Zubiría que van a jugar en la parte parlamentaria; hay un Sarabia que es el abogado de Mauricio Macri si no me equivoco; y también está la familia Tezanos Pinto que ha tenido presencia en la política argentina.
Aunque hubo otros cuyo carácter reaccionario fue aún más grave, porque fueron los que delataron a Güemes, revelando el lugar donde estaba en su lucha y permitiendo que una patrulla del enemigo lo localizara, lo baleara y provocara su muerte. Es el caso de Pedro Antonio Arias y Mariano Benítez que tenían el apoyo del ejército que dirigía Pedro Antonio De Olañeta, un personaje que no era español de nacimiento sino americano, pero traidor como desgraciadamente ha ocurrido con otros nombres de nuestra historia. Güemes tenía muy en claro lo que era esta gente.
A esta situación se sumaba una alarmante escasez de recursos procedentes de Buenos Aires, porque si bien era parte de la lucha por la liberación, al mismo tiempo era considerado un personaje peligroso por su apoyo en las masas.
Fue por ello que él hace un llamamiento a las minorías acaudaladas de Salta. Al respecto, es interesante recordar una carta que le escribe a Manuel Belgrano, en la que le dice: “Yo creí que asustando un poco a esos caballeros se ablandarían y me socorrerían, pero me engañé. Hice correr la voz de que los llevaría en la vanguardia de nuestra lucha. Pensé que para quedarse darían alguna cosa, por lo menos para ayudar a los que tomaban ese trabajo. Pero no he conseguido otra cosa que calentarme la cabeza. El vecindario, entre ellos el alcalde de primer voto, apenas han dado cuatro porquerías con que han pretendido auxiliar, o decir que auxiliaban a treinta gauchos. A uno le han dado una camisa, a otro un poncho de picote y a otro un pedazo de jerga vieja. ¿Caballos? Unos cuantos, acaso los peores que han podido hallar de suerte, que con dificultad podrían llegar a Jujuy. A vista de eso no es de alabar la conducta y la virtud de los gauchos, pero ellos sí trabajaron personalmente y no se exceptuaron ni con un solo caballo de los que tenían, cuando los que reportan las ventajas de la revolución no piensan en otra cosa que engrosar sus caudales”.
Es decir, a lo largo de la historia estamos hablando de una especie de impuesto a los ricos, ¿no es cierto? Y el rechazo que provoca en esta gente.
Entonces, Miguel Martín de Güemes entiende que no se puede pensar en batallas comunes por las características de la geografía del noroeste y lo desigual del terreno. Así pone en marcha lo que llama “guerra de partidas”, que posteriormente pasaría a llamarse “guerra de guerrillas”. Es decir, la idea era golpear, debilitar al enemigo inesperadamente y desaparecer.
Ahí entre sus hombres está el francés Jorge Enrique Vidt, un hombre que vino a América con la experiencia de haber aprendido la guerra de guerrillas en España, en las zonas montañosas, durante la revolución española.
Güemes se convierte en el “padre de los pobres”, como dice el historiador conservador Bernardo Frías, que escribe varios tomos sobre la vida del caudillo. Y lo llama de esta manera porque enseñó a los gauchos a gozar de una libertad individual nunca vista ni consentida. “Alentó sus sentimientos de dignidad – señala Frías – los protegió y se puso a su lado en la balanza en que jugaban a la muerte con la gente decente”. “Amigo de la libertad y de ociosidad”, siempre según Frías, la ociosidad era poner el pellejo para hacer la guerra de partidas. “El mulataje altanero y atrevido se sentía totalmente al lado de Güemes y sentía resquemor y odio hacia la raza blanca de las minorías salteñas”. Esta situación también la reconoce el general José María Paz, un hombre que en sus memorias hace referencia a la guerra social que implicaba la lucha de Güemes.
Martín Miguel de Güemes hablaba a su gente, a sus gauchos, con palabras fuertes que conviene recordar: “Esos que ustedes ven vestidos de frac son vuestros enemigos y por consiguiente los míos; mientras os conserváis unidos a vuestro general os aseguro que vivirán ustedes garantidos y serán vuestros derechos y vuestra libertad respetados. A despecho de esos miserables que nos odian a mí porque les tomo unos 4 reales para sostener la lucha, mientras vosotros defendéis su propia libertad luchando y dando la vida por la Patria. Vosotros que ahora están dispuestos a no ser más no ser más humillados ni esclavizados por ellos”.
“Todos – agrega – somos libres y todos tenemos iguales derechos porque todos somos hijos de la misma patria, las hemos arrancado de la servidumbre en que estaba viviendo con su esfuerzo dominada por el yugo español. Soldados de la patria ha llegado el tiempo de que seáis hombres libres y que caigan para siempre vuestras opresores europeos”.
Entonces, Güemes no sólo se caracteriza por su espíritu patriótico, sino también por su política social. Establece que “quien preste servicios a la Patria como miliciano, no pagará arrendamiento de las tierras que alquilan”. En otra parte dice, que “quienes estén enrolados en el Ejército no pueden ser ejecutados ni compelidos al pago de cualquier cosa que adeudaran, pues si esta gente sin un sueldo ni recompensa alguna presta sus servicios a la Patria, así con sus escasos intereses como con su propia vida, justo es que el acreedor, que no presta servicios militares contribuya de este modo a la causa pública no cobrándoles las rentas por sus propiedades”.
El historiador Bernardo Frías señala que “Güemes instaló un sistema infernal en defensa de los pobres”, porque “no fusiló, ni azotó, ni confiscó; aplicó fuerte multas, eso sí, y sanciones humillantes, lo que habla también del odio hacia la clase alta”.
“Güemes – continúa el historiador- comenzó a infundirle a los gauchos la noción de sus derechos. Se abrió con ellos, le habló a sus sentimientos, protegió y se puso poco a poco a su lado en la balanza en que jugaban la suerte con la gente decente, con lo que fue el mulataje. Se puso de su lado y lo consideró siempre su jefe”.
Un dato curioso es que Martín Miguel de Güemes fue designado general por José de San Martín. Ahora bien, ¿en qué medida San Martín podía hacer algo semejante, si él no tenía un gobierno? Lo que ocurría es que consideraba que su ejército era efectivamente suyo, porque él lo había creado. Y confiaba en Güemes como el baluarte para detener las invasiones desde el norte. Luego mantuvo una profunda correspondencia con Manuel Belgrano, cuando era el jefe del Ejército del Norte, mientras Güemes se quejaba de que Buenos Aires no le daba el apoyo suficiente para la lucha.
Es en medio de esa lucha, cuando intenta volver a su casa de Salta y los personajes mencionados anteriormente lo delatan. Producto de esa traición, una partida lo balea y por una herida que no coagula por sus insuficiencias orgánicas, Güemes muere.
“Murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos. Ya tenemos un cacique menos”, informa desde Buenos Aires la gente de Bernardino Rivadavia, los operadores del empréstito de la Baring Brothers. Y efectivamente, tuvimos una derrota muy grave en el noroeste por la falta de este caudillo realmente extraordinario, que quedó en la memoria del pueblo como el líder de la lucha del gauchaje que permitió a San Martín avanzar hacia Chile.
De ahí que lo recordemos como una de las grandes figuras de nuestra lucha por la liberación, el exponente de un profundo sentido latinoamericano que lo lleva a apoyar la monarquía incaica propiciada por Belgrano y San Martín, un tema que analizaremos en algún momento para aclarar toda la confusión que hay a su alrededor.
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