Figura central del Filba Nacional de Literatura que hasta el domingo se desarrolla en Mar del Plata, el escritor Guillermo Martínez se prepara para ofrecer una charla magistral donde compartirá su visión de un oficio que en la Argentina no está profesionalizado en su máxima expresión, una perspectiva que el autor evalúa con matices: “Creo que la literatura es como una vida que uno tiene que arrancarle a la vida, una segunda vida, por lo tanto no estoy del todo seguro sobre la posibilidad de que un escritor tenga que estar de alguna manera eternamente becado”, dice.
El autor de “Crímenes imperceptibles” e “Infierno grande” había participado en la primera edición nacional del festival literario -también realizado en Mar del Plata- y se encuentra ahora “muy feliz” de participar en su versión actual, la primera presencial después de la pandemia. Martínez participó el jueves en la jornada inaugural junto a otros escritores que hablaron sobre la relación con el mar. En el caso del narrador nacido en Bahía Blanca lo describe tal como lo conoció en su infancia: en Monte Hermoso, en Pehuén-Có. Un mar que caracteriza como “díscolo, profundo, revuelto, a veces violento, guardaba aguas vivas de filamentos traicioneros que podían enviarte al hospital si eras alérgico -y yo lo era en grado sumo- ofrecía cada tanto pulseadas titánicas de pesca, rescates emocionantes de gente semiahogada, niños perdidos -o quizá abandonados como Hansel y Gretel- paseados en exhibición, y pruebas del héroe arriesgadas como correr con barrenador las olas hasta sucumbir en ellas”.
Luego de esa experiencia personal, Martínez recuerda que su primera novela, “Acerca de Roderer“, transcurre en un pueblo imaginario del sur junto a la playa, en la vida invernal fuera de temporada. Es el mismo pueblo donde transcurre el cuento “Infierno grande”, en cuyos médanos aparecen los cadáveres. Treinta años después, en su última obra, que se llama “La última vez” (“no se hagan ilusiones, porque espero escribir alguna otra”, se ríe el autor), reaparece el mar, sólo que es el Mediterráneo, en Barcelona. “Merton, el protagonista, es un joven crítico literario que viaja a España para leer la novela de un escritor muy famoso, que está cerca de la muerte, y una mañana da un paseo en bicicleta con Mavi, la hija adolescente del escritor, desde el barrio de Pedralbes hasta la playa de la Barceloneta”, resume la historia.
En una charla con Télam, Martínez da sus impresiones sobre esta experiencia con Filba que está viviendo en la ciudad de Mar del Plata. Habla sobre los temas que aborda en sus charlas, el mar y la felicidad presentes en su narrativa -pero a su juicio escasa en la narrativa en general- y sobre el oficio de escritor, ya sea en su relación con la propia escritura como las circunstancias externas que condicionan al oficio.
– Télam: Escribiste un cuento que además da título a un libro tuyo, llamado “Una felicidad repulsiva”. ¿Cómo ves esta posibilidad de ser feliz o que los personajes sean felices y que sean creíbles al mismo tiempo?
– Guillermo Martínez: Claro. Yo trabajé el tema de la felicidad en mi cuento “Una felicidad repulsiva”. Para escribir ese relato busqué algunas citas sobre la felicidad en la literatura. De hecho, empieza con una frase de Flaubert: “Ser estúpido, egoísta y gozar de buena salud son los tres requisitos para ser feliz”. En este cuento intento poner en dudas esta afirmación. Trato de mostrar a una familia que realmente es feliz. Hay algunas otras frases o proverbios sobre el tema en ese cuento. Por ejemplo, una que repetía mi abuela: “La felicidad, como el arco iris, no se ve nunca sobre la casa propia, sino sólo sobre la ajena”. El propio padre le dice al protagonista “si quieres ser feliz como tu dices, no analices, muchacho, no analices”. La felicidad se contrapone al pensamiento crítico. Este cuento tiene gran parte de lo que yo pienso sobre la posibilidad de la felicidad. Claro: la felicidad es ajena.
– T.: ¿La felicidad de cierta forma en la literatura está asociada a lo vano?
– G.M.: Tomemos por ejemplo el caso de “El duelo” de Joseph Conrad. En esta novela trágica, el oficial francés no solo tiene que combatir en el campo de batalla, en las guerras napoleónicas, ser herido, sino que además tiene que batirse a duelo con un loco feroz que lo desafía constantemente. Curiosamente esta novela tiene un final feliz que no es bobo. Es un desafío para el escritor: cómo representar la felicidad sin que, como diría Papo, se ablande la milanesa.
– T.: ¿Cómo planteas la idea de tesis y antítesis sobre la escritura de ficción que será tema de tu charla magistral en el marco del Filba?
– G.M.: Es una clase dirigida a un público general, pero que puede apreciar el detrás de escena de la escritura: los problemas con los que nos enfrentamos los escritores. Y con las preguntas que yo llamo “fantasmas teóricos” cuando uno se pone a escribir. Voy a exponer sobre algunas afirmaciones en las que yo creo a la hora de escribir. Formas de resolver algunos problemas. Pero para cada una de estas tesis voy a analizar posiciones contrarias, para ver las diferentes posiciones en tensión y entender la complejidad.
– T.: ¿Cuáles serían estas posiciones?
– G.M.: Voy a pensar sobre la originalidad. ¿Si es posible ser original? A la cuestión de la técnica para ver si se contrapone a la inspiración o a la escritura salvaje. Me planteo porque no son dicotómica. A la manera de presentar los personajes. Si se tiene que saber sus raíces profundas o pueden presentar in media res. Cuestiones que se dividen en bandos contrarios.
– T.: ¿Cuál es tu postura con respecto a la originalidad?
– G.M.: Yo sostengo que cada época puede revisitar los mismos temas y encontrar ángulos a partir de una sensibilidad diferente. No todo está dicho. Hay que tener en cuenta la marea, cada vez más grande, de todo lo dicho, pero justamente hay una forma en la que uno puede, de algún modo, leer la tradición y encontrar variantes que tengan un elemento de innovación. Lo importante de la originalidad sería lo nuevo, pero confrontado con todo lo que ya existe. Es la manera en la que progresa el conocimiento científico: tiene en cuenta lo anterior para justificar el avance.
– T.: ¿Y cuál sería la posición contraria?
– G.M.: La posición contraria es la que dicta que en el arte no hay progreso, que todo está ya esencialmente dicho. La biblioteca de Babel ya está escrita y lo único que nos queda son mínimas variaciones o la intertextualidad. Que solamente hay cuatro temas y toda la literatura tiene alrededor de esos cuatro temas. Ricardo Piglia decía que toda novela es o un crimen o un viaje: “La Ilíada” o “La Odisea”.
– T.: Sos el escritor más traducido en la Argentina y me imagino que justamente por eso tenés una buena posición económica. ¿Qué opinás sobre las condiciones económicas del oficio de escritor?
– G.M.: La condición económica de un escritor depende mucho del país en el que vive. Un escritor en los Estados Unidos que publica una novela exitosa, de manera internacional y que es adaptada para una película, se convierte en un millonario. Esto se da por los montos que se pagan en el cine en otros países. En Argentina estamos con un mercado muy reducido, y si se tiene éxito con un libro con adaptaciones al cine o a la televisión es difícil que uno se convierta en un millonario. Puede servir para ser becado por un año o para hacer un viaje, o quizá para tener una vivienda. Yo me compré una casa cuando salió la adaptación al cine de “Los crímenes de Oxford” (de Alex de la Iglesia) por ejemplo. Pero nunca tanto dinero como para convertirte en millonario.
– T.: ¿Un escritor no debería vivir se su oficio?
– G.M.: Creo que la literatura es como una vida que uno tiene que arrancarle a la vida, una segunda vida, por lo tanto no estoy del todo seguro sobre la posibilidad de que un escritor tenga que estar de alguna manera eternamente becado. Sí pueden existir trabajos que sean más hospitalarios para los escritores, tal como ocurre en otros países, por ejemplo en las universidades donde hay carreras de escritura creativa. Trabajos cercanos al escritor, sin dejar de trabajar tengan condiciones favorables para poder llevar adelante su trabajo. Como ocurre con los investigadores en ciencia. Llegado el momento tanto el escritor como el investigador pueda dedicarse a su tarea exclusivamente. Me parece que los escritores no necesariamente deben ser becados desde el instante cero.
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