22 noviembre, 2024
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La cara y la cruz de la infancia en la pintura de Sorolla

Goya fue un excepcional pintor de niños. También, Madrazo y Rosales. El XIX español está plagado de insignes ejemplos de pintura infantil. Decía el crítico José Francés (firmaba con el pseudónimo Silvio Lago) que la esencia de Joaquín Sorolla se resumía en tres temas: el mar, el sol y los niños. Pero, incomprensiblemente, este último no ha sido tan estudiado en profundidad como sus icónicas imágenes de playas. Y ello, pese a que sus escenas infantiles son las que le dieron fama y reconocimiento al pintor valenciano. En ‘¡Triste herencia!’, lienzo con el que ganó el Grand Prix de la Exposición Universal de París de 1900, inmortaliza a los niños del hospital de San Juan de Dios bañándose en

 la playa para recuperarse de sus enfermedades. Un cuadro que lo consagró internacionalmente.

‘La hora del baño’ (1904), de Sorolla – Colección Esther Koplowitz

La nueva exposición del Museo Sorolla, ‘La edad dichosa’, trata de paliar esa asignatura pendiente. La muestra, que hoy abre al público tras una exhaustiva investigación, reúne 41 óleos y tres dibujos (19 son de la colección del museo y los 25 restantes proceden de instituciones y colecciones privadas) con un nexo común: es una panorámica muy completa de la imagen de la infancia en la pintura de Sorolla. Algunas obras se ven por primera vez y otras salen a la luz después de muchos años. Entre las inéditas, los retratos de Ana María y María Luz de Icaza y de León, de 1905 (hijas del diplomático, poeta, crítico literario y académico mexicano Francisco de Asís de Icaza, que vivió la mayor parte de su vida en España); o sendos trabajos de los fondos del museo: la acuarela ‘En la playa de Valencia’ y ‘Dos estudios de un niño desnudo’ para ‘¡Triste herencia!’.

'Madre', de Sorolla (1895-1900)
‘Madre’, de Sorolla (1895-1900) – Museo Sorolla

Decía Pantorba que Sorolla «supo recoger en algunas obras preciosas la candorosa gracia de la niñez». Según Sonia Martínez y Covadonga Pitarch, conservadoras del Museo Sorolla y comisarias de la muestra, «destaca la naturalidad con la que el pintor supo captar los rasgos de la infancia». Se quedó huérfano a los dos años. Quizás por ello Joaquín Sorolla siempre fue un hombre tan familiar. Su mujer (Clotilde) y sus tres hijos (María, Joaquín y Elena) fueron sus principales modelos, como se aprecia en la primera sala de la exposición. Cuelgan lienzos muy célebres como ‘Mi familia’, cedido por el Ayuntamiento de Valencia (fue una donación del pintor) y único cuadro en el que Joaquín Sorolla se autorretrata con su familia: aparece al fondo de la composición, reflejado en el espejo. Son sus ‘Meninas’, su homenaje a Velázquez, como también un maravilloso desnudo de Clotilde (evoca a ‘La Venus del espejo’) o el retrato de Quiquet Pons-Sorolla (su primer nieto y segundo director del museo) con traje velazqueño, donado al Museo de Bellas Artes de Bilbao y presente en la exposición.

Tres retratos infantiles en una sala de la muestra
Tres retratos infantiles en una sala de la muestra – Museo Sorolla

Otra de las joyas es ‘Madre’, un hermoso canto a la maternidad. Pinta a su esposa, convaleciente tras el parto de su tercera hija, Elena. Un cuadro monocromático, «una sinfonía de blancos». Como curiosidad, la próxima exposición del museo estará dedicada al negro en la pintura de Sorolla. Destacan también obras como ‘El columpio’ (no se exhibe desde hace seis décadas) o ‘El primer hijo’, de 1890: una escena íntima de una mujer amamantando a su hijo. Son Clotilde y su primera hija, María. En la acuarela aparecen una cuna y una canastilla con ropa y pañales, que se exhiben junto a la obra. La canastilla es de la familia Sorolla; la cuna, del museo. Se sabe que el pintor la adquirió en el Rastro. Es sencilla, de madera. No pudo comprar otra más lujosa, como era su deseo. La sala se completa con una galería de retratos infantiles de sus hijos o los que hizo por encargo: Casimiro Granzow, Basil Mundy o los hijos de los señores de Urcola. En total, más de medio centenar.

Dos mujeres admiran 'Los hijos de los señores de Urcola' (1907), de Sorolla
Dos mujeres admiran ‘Los hijos de los señores de Urcola’ (1907), de Sorolla – Museo Sorolla

El siguiente espacio está centrado en el mundo infantil: la educación, los juegos… y el agua. Sorolla les dio a sus hijos una educación muy moderna y laica; estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza. Tuvieron como profesores a Cossío o Giner de los Ríos. María y Joaquín se decantaron por la pintura (sobre un caballete, un precioso retrato del segundo, a los 4 años, haciendo sus pinitos como pintor); Elena (su padre la retrata en su pupitre), por la escultura. Fue discípula de Benlliure. En esta sala aparecen niños saltando a la comba, jugando con sus muñecas… La sala contigua está dedicada a los niños y el agua, quizá la parte más conocida. Sorolla inmortalizó felices escenas de playa en Jávea, Zarauz, San Sebastián… Cuelgan obras maestras como ‘La hora del baño’ (1904), de la Colección Esther Koplowitz. Cuentan las comisarias que en 1911, durante una exposición en Chicago, el pintor denunció una falsificación de su obra ‘Niñas tomando el baño. Jávea’, que estaba a la venta en la galería Reinhardt. Ello demuestra su gran éxito ya entonces.

'El columpio', de Sorolla (1894)
‘El columpio’, de Sorolla (1894) – Colección particular

La exposición concluye con la otra cara de la infancia en la pintura de Sorolla: la menos amable, la más dura. Por un lado, retrata a niños de familias humildes, obligados a mendigar (‘La limosna’) o a trabajar en la siega, el hilado, la pesca… Algunos tienen nombres propios, como Francisqueta, una pequeña pescadora valenciana a la que retrató en varias ocasiones. Pero advierten las comisarias que «Sorolla no utiliza su pintura para realizar una denuncia social. Huye de la crítica social. Pinta lo que ve, pero retrata a esos niños trabajadores con mucha dignidad, verdad y cariño«. Por otro lado, aborda la enfermedad infantil (niños tullidos, tísicos, que acuden al mar para tomar baños) e incluso la muerte, plasmada de forma naturalista o metafórica en obras como ‘Cabeza de niño en el lecho’, de colección particular (muestra al hijo del pintor Juan Peyró Urrea), que se exhibe por primera vez, o ‘María Lorenza’. Cuelga en esta última sala la última adquisición del Ministerio de Cultura para el Museo Sorolla: ‘Retrato de niña enferma’, de 1882. Llegó al museo hace solo unos días.

'Saltando a la comba. La Granja' (1907), de Sorolla
‘Saltando a la comba. La Granja’ (1907), de Sorolla – Museo Sorolla

Sorolla es un filón inagotable. Tras las grandes exposiciones que ha habido en los últimos años en Europa (Múnich, Londres, Dublín o París), y a la espera de la que el Meadows Museum de Dallas dedicará a Sorolla en las colecciones americanas (estará comisariada por Blanca Pons-Sorolla), este mes se inaugurará en el Palacio Real de Milán la primera retrospectiva del pintor en Italia. Resulta extraño que haya tardado tanto en llegar, pues Sorolla mantuvo una estrecha relación con ese país: se formó en Roma y en Asís y estuvo presente en la Bienal de Venecia. El próximo año se conmemorará el centenario de su muerte, para cuyas celebraciones se va a crear una comisión. Eso sí, tendrá que compartir protagonismo con el mismísimo Picasso. Un hueso duro de roer.

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