22 noviembre, 2024
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Cultura

“La perversión del turismo es que todos somos perpetradores y víctimas alguna vez”

En “La gran ola” Pijuán cuestiona el capitalismo y la sociedad de consumo. Foto: Daniel Dabove.

El autor catalán de sólo 35 años, ganador del Premio Finestres de Narrativa 2021 con su novela “La gran ola” (Sexto Piso), una historia con una profunda crítica al turismo como fenómeno de masas y al capitalismo, visitó Buenos Aires, compartió escenario con Camila Sosa Villada y se perfila como una de las grandes promesas del escenario literario contemporáneo internacional: “Hay una falsa idea de que irse de vacaciones es el paraíso”, asegura.

La prosa de Pijuán (Calafell, 1985)  inunda los sentidos. El texto no se detiene, no da respiro. Imágenes que se encadenan una a otra e impactan contra la frente del lector como una ola que estalla: el agua barre con todo y uno sólo puede respirar cuando llega al final de cada capítulo. La falta de comas y de puntos acelera ese viaje y pone al límite el ritmo de lectura, que adquiere una velocidad irrefrenable. 

La ola funciona igual que el tsunami de la novela, la gran ola que barre con la vida de ricos y famosos que llevan tres primos catalanes dueños de una cadena hotelera en Sri Lanka. Y la naturaleza como ordenadora del desorden de los seres humanos, como supremacía ineludible.

Lambert, Víctor y Sebastià son tres primos de la burguesía catalana preocupados por salir con chicas lindas, humillar a sus trabajadores del hotel y organizar grandes fiestas para sus pares burgueses, pero la llegada de un tsunami cambiará para siempre sus vidas y los llevará a cada uno a un replanteo existencial.

El escritor visitó hace unos días  Buenos Aires para participar de la última Feria del Libro y habló con Télam sobre su novela. Cuando se le preguntó si disfrutó de la ciudad como turista, se rió: “Por supuesto que no. Estoy aquí trabajando, yo jamás viajo por placer.”

Con ciertos momentos de humor y sátira y otros de drama, Pijuán construye una novela en tres partes con saltos cronológicos de a empujones, con cambios repentinos de narrador y remolinos que arrastran a una experiencia de lectura excepcional. 

– Télam: Hay en “La gran ola” un rasgo de base que atraviesa la historia, que es el simulacro. Pareciera todo como una pose. ¿Esa mirada fue intencional?

– Albert Pijuán: El turismo es la máxima expresión del simulacro. De placer, de paraíso, la falsa idea de que irse de vacaciones es ir al paraíso. En el turismo hay también un simulacro de autenticidad, porque el turista va a buscar una autenticidad que ya no encuentra en su casa o sitio habitual, y obviamente es una autenticidad falseada. Es el color local que encuentra el turista, esas aspiraciones que tienen. Lo que rompe esta idea de simulación es algo que no se puede disimular, que es la catástrofe natural, es un golpe de realidad. En la segunda parte de la novela eso está bastante enfatizado. Las tres partes de la novela son las tres facetas del turismo: la primera es como la faceta colonial, el turismo más clásico, el esclavaje directo. La segunda es el aparentar, la simulación, el personaje que dice que es italiano y no lo es. En esa fiesta que ocurre no dejan de haber imitaciones, dobles, baratijas, todo muy así. Y la tercera parte es la versión new age del turismo espiritual: estamos en armonía con el entorno, todos estamos aquí al igual con los trabajadores. Son tres miradas del turismo y es también un juego de la realidad versus la simulación, porque lo que les pasa a los personajes, a los tres primos, es que siempre hay problemas cuando salen de su coto de control, el resort. Ese es su dominio. Cuando salen, chocan con la realidad directa y ahí empiezan sus problemas.

– T: ¿Cómo se conecta la novela con tu experiencia de vida en Barcelona y el modo en que el turismo afecta la dinámica concreta de la ciudad?

– AP: Yo he nacido y crecido en un pueblo turístico, he vivido en Barcelona y he trabajado de mesero durante 16 años. Escribí esta novela porque me sorprendió que, aun siendo el turismo la principal industria del país, donde todos o hemos trabajado o hemos sufrido o hemos sido turistas, hay muy pocas novelas o ficciones que traten el tema. Todo lo que tiene que ver con el turismo es feo, cuesta mucho sacarle un brillo: sólo se pueden hablar de miserias. Nadie cree que en el turismo se la pase bien. Aunque cuando vuelves de viaje te la pases diciendo “estupendo, estupendo”, nadie se la cree. En la novela hay mucho de esta idea de ir de vacaciones a un resort como forma de sacamos toda la mierda de encima.
Cuando los catalanes y españoles salimos del país nos comportamos como no nos gusta que se comporte la gente cuando viene a nuestro país. Hay esta doble moral. La novela está ambientada en el extranjero, en parte, para lograr este efecto de distanciamiento. Aquí los catalanes están de turismo y los locales, muy de fondo, maltratados y pasándola muy mal. Pero todos sabemos que nosotros, los españoles, también somos esta gente que vive mal, fuera de plano, para otros turistas. Ese desdoblamiento es la perversión del turismo: todos somos perpetradores y víctimas. Algunos se enriquecen, pero la mayoría de los trabajadores del turismo cobran una mierda.

– T: Hay temas secundarios protagónicos en la novela como el racismo, el clasismo y el feminismo. ¿Hubo una intención narrativa en este sentido?

– AP: Claro. Hacia la tercera parte aparece una prima de los protagonistas varones que termina siendo la heredera de la familia. Y obviamente, tiene que ser la más testosterónica. No se feminiza el liderazgo, ella tiene que ser más macho que los machos para liderar el negocio. Y como conoce el medio, sabe que tiene que asumir este rol de macho alfa que ninguno de los tres primos ha logrado. Esa cúpula de poder es impermeable al feminismo, sigue pesando una visión clasista, racista y machista del mundo. Lo van a maquillar, pero no se feminiza de fondo. Poner una mujer no es feminista, es pink-washing. En la novela se pueden mostrar esos mecanismos, es una radiografía de cómo funcionan las cosas en la vida real.

– T: En este sentido, ¿cómo vivís el momento histórico del feminismo en términos de cómo esa mirada interviene, o no, en la narrativa contemporánea?

– AP: Es un tema muy peliagudo, porque por un lado yo no creo que desde la literatura se tenga que hacer activismo, pero por otro lado estás como dejando rastro de una visión del mundo. Entonces, que aparezcan mujeres que no tienen ninguna posición de poder en una novela, ¿es feminista o machista? Puede ser una cosa u otra, despende de cómo la muestres. El ampliar la mirada y ampliar las posibilidades de ver a la mujer, eso sí que ha cambiado. Si miras la historia de la literatura es mucho más fácil encontrar personajes complejos masculinos que femeninos. Entonces, sin abandonar el retrato de la realidad, donde la mujer aún está  en una muy mala situación, se pueden aportar perfiles femeninos más complejos. Esto va calando y de repente nos saltan las alarmas cuando nos presentan una visión simplista como las de antes. Las generaciones jóvenes ya están formadas con esta conciencia. Hace poco escuché a Mariana Enriquez contar lo complicado que le es escribir en primera persona en femenino, porque le faltan referentes, porque no sabía cómo sonaban las mujeres escribiendo en primera persona. Ella logró hace poco que una primera persona femenina sonara creíble. Y eso tiene que ver con la falta de referentes culturales, ejemplos de voces femeninas. Un corpus.

Foto Daniel Dabove
Foto: Daniel Dabove.

– T: Hay un estilo narrativo de “olas” que pasan por arriba del lector, que se pliega con el título del libro y con el argumento. ¿Cómo fue ese trabajo narrativo de que la forma vaya en función del fondo?

– AP: La idea del narrador ola fue como un momento de epifanía, porque empecé a escribir: hoteles, los tres primos subnormales ahí, y la gran ola. Cuando terminé de escribir el primer capítulo, miré y dije: ¿dónde están los puntos? ¿Por qué ha salido así? Y a partir de ahí hubo algo de la intuición, eso se plegó a la idea de que se iba a llamar La gran ola, y entonces tomó forma de ola estilística del lenguaje. Luego tuve que sistematizar eso, encontrar la metodología para sostener el estilo hasta el final. Y es cierto que lo que has escrito en una novela casi no te sirve de nada para la siguiente novela, y en este caso fue muy claro. Tuve que encontrar una manera de escribir más bien auditiva, pensaba la novela para ser recitada. El ritmo era fundamental. En el momento en que entendí que tenía que ser una novela auditiva, ahí ya empecé a crear la estructura, a nivel formal, con sonidos. Y luego el contenido: ¿cómo relleno estos espacios? La ola pasa por encima, pero yo imaginé momentos en que los personajes logran sacar la cabeza del agua, y entonces podemos escuchar lo que dicen. La idea de tsunami también me dio la estructura de la novela en tres partes, porque el tsunami es una catástrofe que tiene una narrativa interna, que es: terremoto en el agua, la larga espera de la ola hacia la costa, y la tercera parte, el impacto en la costa, el desenlace, el destrozo.

– T: La novela tiene muchos momentos de humor y de sátira. ¿Cómo usaste estos elementos para construir la historia?

– AP: En catalán, al menos, cuesta mucho encontrar humor en las novelas. Porque es difícil, por un lado, pero también porque parece que desprestigias la novela cuando usas el humor. Si hay humor entonces no es serio, no es bueno ni tiene calidad literaria. Estoy muy en contra de esta idea, humor no quiere decir solamente reírse. Una novela que se toma todo en serio me cae mal. El no sentido del humor como algo solemne, de gente que se cree superior al resto, me lo tomo como síntoma de solemnidad, de falocentrismo. Quise que el humor pasara por todas las paletas: de sal gruesa, del barato, de sketch de cine mudo, de lenguaje, negro, el rollo sátira. Abarcar las capas del humor. Una lectora me dijo el mejor comentario, que fue: me he reído mucho, pero qué novela más triste. Y esa es la gracia, el tono es de tragicomedia, hay momentos de risa, risa incómoda, pero al final es muy triste.  Pienso en el carácter de la personalidad de los tres primos y pienso en la serie Succession: son todos unos hijos de puta, pero igual queremos ver qué les pasa, qué ven y qué sienten. No se sabe por qué, pero pasa esto.

– T: El tema de fondo es, creo, las fisuras del capitalismo como sistema inevitable. ¿Cuál es tu mirada sobre este punto?

– AP: En la novela el turismo deja de ser sólo un síntoma o una muestra del estadio actual del capitalismo, esta forma de entender el mundo que ya no es sólo un armado económico o un sistema productivo. Es una forma de entender el mundo que es muy difícil que alguien no la tenga. Tienes que esforzarte para no tener una mirada capitalista y ver las personas como cosas disponibles, actuar en función de intereses. Es muy triste que cueste mucho no pensar en estos términos. Y el turismo es esto: sitios, personas y culturas disponibles para mi placer y para mi extracción de beneficios. Y luego pa’ casa. Es un mundo muy triste y no hay escapatoria más que el humor.

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