25 noviembre, 2024
Cultura

Las momias vuelven a la vida en Caixaforum

Además de un nombre como de villorio galés y cargos tan rimbombantes como los de Señor de la Audiencia y Portador de la Faja, Penamunnebnesuttawy gastaba dentadura atroz, hernias discales y una enfermedad cardiovascular que, se sospecha, es lo que acabó poniéndole en manos del embalsamador, el mismo que, una vez manos a la obra, decidió dejar el cerebro en su sitio. Cosa rara, sí. Nunca qué nos hará falta en la otra vida.

A su lado, el no menos distinguido Nesperennub, sacerdote del templo de Karnak, Amado de los Dioses y Maestro de las Libaciones de Khonsu de Benenet, también sufría, como su colega Penamunnebnesuttawy, ateroesclerosis, pero lo sorprendente en su caso no es eso, sino una pasión desmedida por los amuletos que cultivó hasta el día de su muerte. Literalmente. Escarabeos, corazones, estatuillas de Tot, ojos de Horus… Nesperennub los tenía casi todos, y a ellos se encomendó para no acudir de vacío ni en solitario a su cita Osiris.

Lo que no se esperaba nadie, tampoco los investigadores del British Museum  que llevan décadas tratando de desentrañar los misterios del Antiguo Egipto, es que todos esos amuletos aparecerían incrustados entre las vendas y mortajas del cuerpo momificado de Nesperennub. Polizontes sin billete para acompañar al sacerdote en el mal trago de vérselas con Anubis. «Las nuevas tecnologías han permitido descubrir cosas de las que no se tenía ni idea hace cincuenta años», celebra la directora de Compromiso Internacional del British Museum, Nadja Race. Y precisamente de eso, de nuevas tecnologías aplicadas a los antiquísimos rituales funerarios egipcios, es lo que va ‘Momias de Egipto», exposición que devuelve a la vida a seis momias y las pone a declamar sus vidas en las salas de Caixaforum Barcelona.

Esto último, claro, es pura retórica, pero ahí donde no llegan los cuerpos eviscerados, deshidratados y vendados lo hacen la tomografía computerizada y la imagen tridimensional. Gracias a esta técnicas, explica la comisaría de la exposición y responsable del departamento del Antiguo Egipto y Sudán del British Museum, Marie Vandenbeusch, se ha podido ‘desenvolver’ virtualmente a Penamunnebnesuttawy y Nesperennub, así como a otros cuatro cuatro cuerpos momificados, y reconstruir sus vidas a partir de sus muertes.

Arqueología y biología

La exposición, concebida como una suerte de versión íntima y doméstica de la monumental ‘Faraón’ que pasó hace unos años por el mismo centro, combina estudios arqueológicos y biológicos para, a partir de esas seis momias, incidir en aspectos como los ritos funerarios, las prácticas curativas, la música o la alimentación en el valle del Nilo. El pasado remoto, visto a través de las momias y sus sarcófagos y de más de 250 objetos hallados en tumbas y yacimientos. Una completa panorámica que permite conocer al detalle «quiénes eran, cómo vivieron, en qué trabajaron y cómo afrontaron la muerte» los seis del Caixaforum.


Una visitante observa uno de los sarcófagos de la exposición


ABC

A Penamunnebnesuttawy y Nesperennub ya los conocemos, así que pasemos a Ameniryirt, un funcionario de Tebas rodeado de instrumental para la momificación, azuelas y vasos canópticos que, además de aterosclerosis, también padecía un cáncer en los tejidos blandos. Una rareza que, destaca la comisaria, revela la antigüedad de la enfermedad. Por el camino, y paseando entre momias, papiros del ‘Libro de los Muertos’ y estelas funerarios comparten protagonismo con recreaciones digitales del interior de los sarcófagos y lo que las vendas y linos esconden. También encontramos estudios detallados de los tipos de panes que se consumían, un detalle aparentemente menor que, sin embargo, explica los problemas dentales de algunos de los cuerpos momificados. Y es que, además de lo que uno esperaría encontrar, los análisis han revelado la presencia piedras, arena y cascarilla de cereales en masas y hogazas.

Con la cuarta momia, una mujer casada de Tebas llamada Takhenemet a la que enterraron con su sistro, un instrumento parecido a un sonajero, la exposición profundiza en la importancia de la música en el Antiguo Egipto, mientras que la quinta y la sexta, ambas de nombre desconocido, arrojan luz sobre la infancia y la evolución de la momificación en el Egipto grecorromano.

El caso del menor es especialmente llamativo, ya que su cuerpo, encajado en un sarcófago diminuto y rodeado de peonzas, pelotas e incluso un caballito con ruedas , presenta muchas más capas de tela de lo normal. «Es como si hubiesen querido proteger con mayor dedicación», destaca Vandenbeusch, a quien, asegura, le «rompe el corazón» tener que elegir sólo seis momias de las más de 120 que conserva el British Museum. Con esas seis, sin embargo, ya basta para hacerse una idea bastante completa de lo que el desierto se tragó entre el 800 a. C. y el 100 d.C.

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