Madrid Actualizado: Guardar
Quedan menos de quince días para que termine 2021, y los libreros no dejan de frotarse los ojos –y las manos– ante la posibilidad, ya casi certeza, de que este año sea el mejor de la última década en lo que a cifras de ventas se refiere. Leer está de moda. Tanto que el gremio de librerías espera cerrar la facturación anual con una subida de un 20%. Ahí es nada. Y todo gracias a autores como María Dueñas, con ‘Sira’ (Planeta); Lorenzo Silva, con ‘Castellano’ (Destino); Carmen Mola, con ‘La bestia’ (Planeta), o María Oruña, con ‘Lo que la marea esconde’ (Destino).
Ellos, y sus novelas, fueron ayer protagonistas de un acto en la renovada Casa del Libro
de la Gran Vía madrileña que tuvo mucho de simbólico, sí, pero también de homenaje real: se convirtieron, delantal mediante, en libreros por un día. Fueron ellos, por tanto, los encargados de ser ese puente maravilloso, mágico, entre los libros y sus lectores. Y aunque siguieron firmando ejemplares de sus propios títulos, no renunciaron a recomendar los de otros colegas y esos clásicos de nuestra literatura que nunca mueren.
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«Al escritor le hace falta alguien que predique en su nombre. Eso lo aprendí durante mi breve experiencia como editor. Un escritor tiene que concentrarse en escribir y tener quien predique por él, y el librero es quien consigue que la prédica llegue a puerto o no», aseguraba Lorenzo Silva.
Consciente, como todos, de que una de las pocas cosas buenas que ha dejado la pandemia es que la lectura ha salido reforzada, el escritor no renunciaba a la reflexión, envuelta en crítica constructiva: «La única medida potente de fomento de la lectura que se ha tomado en los últimos meses ha sido el confinamiento de marzo a mayo. Mi pregunta es: ¿no somos capaces de imaginar una medida intermedia, que no pase por el encierro de la población?». Para ello, según él, los frentes son la familia, la educación y los medios de comunicación. ¿Y un libro que recomiende? ‘Morir es un color’ (Ediciones del Viento), de Mario Marín.
Grandes cómplices
María Dueñas confesaba que la obra que más veces ha regalado ha sido el Quijote, en sus múltiples ediciones. Pero de las actuales se queda con ‘Alegría’ (Alrevés), de Miguel Ángel Carmona. «Me encantaría reencarnarme en librera en alguna otra vida. Podernos meter en esa piel por un día es magnífico. Los libreros son nuestros grandes cómplices», reflexionaba, tras reconocer que «se cierra un año mágico». Otra María, Oruña, recomendaba ‘Del color de la leche’ (Sexto Piso), de Nell Leyshon, y la novela con la que Dueñas ha vuelto al universo de ‘El tiempo entre costuras’, además de dedicar emotivas palabras a los libreros: «Hacen tanto por nosotros… Son puntos de luz en nuestras ciudades y absolutamente necesarios en nuestras calles».
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«Encantados con la visibilidad». Así se mostraban Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, los escritores que se escondían tras el seudónimo de Carmen Mola hasta que el premio Planeta les sacó a la luz con ‘La bestia’. Ellos se acordaron de Paloma Sánchez-Garnica, su finalista con ‘Últimos días en Berlín’, aunque también mencionaron ‘Hamnet’ (Libros del Asteroide), de Maggie O’Farrell, o ‘Nuestra parte de noche’ (Anagrama), de Mariana Enríquez.
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