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Natural de Birmingham, John Salt, fallecido el pasado 13 de diciembre, tras tres años de graves dolencia y forzada inactividad, estudió en su Institute of Art and Design, donde fue condiscípulo del pop Peter Phillips, para luego completar su formación en la londinense Slade School of Fine Arts. En 1967 se incorporó a la escena norteamericana. Primero alumno (de Grace Hartigan) y luego profesor en el Maryland Institute College of Art de Baltimore, entre 1969 y 1978 vivió en Nueva York, donde frecuentó a Alex Katz. Interesadísimo por el trabajo de fotógrafos como Friedlander o Winogrand, del segundo de los cuales versionó una instantánea neoyorquina, como versionaría luego una imagen encontrada en un catálogo de la casa Buick, pronto se convertiría en una de las figuras señeras del movimiento fotorrealista o hiperrealista, junto a compañeros de generación como Robert Bechtle, Chuck Close, John DeAndrea, Don Eddy, Richard Estes, Audrey Flack, Duane Hanson, John Kacere, Malcolm Morley, Lowell Nesbitt, David Parrish, Philip Pearlstein, Ben Schonzeit o Paul Staiger.
En 1981 el marchand neoyorquino Louis K. Meisel, que hoy se sigue ocupando de su trabajo, lo incluiría en su monumental y canónica suma sobre ese movimiento, ‘Photorealism’, en colaboración con Gregory Battcock. Durante el periodo inmediatamente anterior, su obra, al igual que la de otros del grupo, había encontrado una formidable plataforma internacional de lanzamiento en la Documenta de Kassel de 1972, año en que fue uno de los ‘Hyperréalistes américains’ expuestos en París en la Galerie des Quatre Mouvements, y en que Sidney Janis lo incluyó en ‘Sharp Focus Realism’.
Recordar también su participación, en 1974, de nuevo en la capital francesa, en una colectiva del CNAC comisariada entre otros por Jean Clair, y que proponía un diálogo entre hiperrealismo norteamericano y realismos europeos (entre otros: Aillaud, Gnoli, y nuestros Antonio y Francisco López, e Isabel Quintanilla). En España, anotar su presencia en la gran colectiva hiperrealista que se vio en 2013 en el Museo Thyssen, y al año siguiente en el Bellas Artes de Bilbao.
Hace unas líneas he aludido a los coches Buick. Con varios de sus compañeros de grupo, Salt, que en 1978 retornaría a su país, donde es menos conocido que en los Estados Unidos, compartió una gran fascinación por el mundo del automóvil, que también mereció la atención de no pocos pops. Él, hijo por cierto del dueño de un garaje, en sus inicios compartió con los pop, y con otros hiperrealistas, la fascinación por los coches relucientes y glamurosos. Más tarde optaría por una poética otra. Recurriendo principalmente a fotografías tomadas por él mismo (una práctica bastante usual entre los adeptos a la tendencia), pintó, obsesivamente, coches o caravanas en calles de pueblos, o en gasolineras, o junto a granjas, o las más de las veces casi en ruinas (a veces, tras accidentes), como abandonados en melancólicos paisajes rurales, principalmente norteamericanos, incluso tras su retorno a su Reino Unido natal.
JUAN MANUEL BONET
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