El periodista, licenciado en Comunicación Audiovisual y activista LGBTTTIQ, Oliver Nash, narra en la autobiografía “Siempre estuve ahí” cómo descubrió y comenzó a vivir una masculinidad trans: desde los primeros años en los que enfrentó bullying, la discriminación y el dolor hasta el proceso de autorreconocimiento y el momento en el que decidió transicionar para reflejar su identidad.
“Empecé a escribir para poner en palabras lo que sentía con el cambio de documento y las hormonas. Es decir empecé cuándo ya había salido del armario pero había pasado muy poco tiempo y recién me estaba conociendo a mí. También me puse a escribir todo eso que había reprimido e iba recordando como una manera de no volver a olvidarme nunca quién siempre fui”, recupera Nash, quien ahora tiene 30 años, en diálogo con Télam, sobre la experiencia de escribir el libro, publicado por Aguilar.
En el proceso hubo movimientos: “A medida que avanzaba en la escritura me di cuenta que una de las grandes causas por las que no pude decir mi identidad de nene, a pesar de yo en ese momento verme como un nene a mí mismo, fue que no había representación de hombres trans y nadie hablaba sobre qué era ser trans. Ahí me di cuenta de que era necesaria esa representación, que exista ese reflejo”
Descubrió en el camino que retomar los recuerdos a través de la escritura a veces puede resultar algo doloroso pero que también es sanador: “Uno hace lo que puede con lo que tiene en el contexto que le tocó vivir, y a medida que va avanzando la lectura eso se va notando. Dejarlo asentado en un libro es una forma de mostrarle al mundo que ese nene estaba ahí y que por no querer educar sobre diversidad y por los prejuicios que hay, no lo dejaron vivir. Es una forma de decir: escuchen a las infancias trans, las personas trans no nacemos recién a los 18 años, estamos siempre”.
Télam: En el libro contás que hasta el momento en el que empezaste a salir del armario, no posteabas ni aparecías mucho en redes. “No estar en redes sociales era como ir desapareciendo”, definís. Ahora sí tenés mucha presencia. ¿Cómo llevás el uso de las redes?
Oliver Nash: Sí, mi relación con las redes sociales cambió absolutamente. Antes pensaba “para qué voy a postear algo si total a nadie le importa que existo, si ni siquiera yo me importo a mí”. A medida que avanzaba el tiempo me encerraba más y me dejaba de comunicar más con el mundo. Ahora pienso que al ser visible en redes puedo estar ayudando a otra gente a entender quién es o lo que significa ser trans como me pasó a mí en el pasado cuando desde cuentas anónimas seguía a hombres trans para intentar entender si yo era uno. Desde ese lugar ya siento que valga la pena aunque a veces lidiar con la exposición de tu cuerpo e identidad es difícil. De alguna manera quiero retribuir eso que otros hombres trans hicieron por mí simplemente por ser visibles. Poder verme reflejado en un hombre trans que ya estaba viviendo su vida o sea tener esa representación que nunca había tenido me permitió pensarme vivo.
T.: ¿El cambio te dio una voz?
O.N.: Sí, salir del armario me devolvió la voz, una que había perdido hacía muchos años y me permitió volver a posicionarme en el mundo. Ahora siento que importo y lo mejor es que me importo a mí mismo. Antes sentía que mi vida no tenía sentido no porque fuera trans sino porque no lograba ser quien era. Las redes fueron el primer espacio en el que me animé a decir mi identidad, el primero en que usé mi nombre, y ahora ya expongo parte de mi “transición” para intentar visibilizar que los hombres trans existimos y siempre estuvimos acá. A veces las cosas se ponen difíciles porque hay mucha discriminación y a diario recibo también comentarios atacando mi identidad. Pero por eso mismo ser visible es una forma de mostrarle con orgullo al mundo eso que en el pasado me hicieron reprimir y decirles que al armario no volvemos más.
T.: “¿Cómo podía ser trans si ya era grande?”, te preguntás en el libro sobre la forma en la que se activaba la negación. ¿Por qué crees que en tu caso fue un descubrimiento de los veintipico?
O.N.: Porque no supe que existían los hombres trans hasta después de adolescente. Crecí en un colegio católico, en un ambiente en el que nadie nunca me nombró lo trans, para mí no era una posibilidad porque no existía. No tuve las herramientas para poder decirlo cuando era un nene a pesar de saberlo y a medida que fue pasando el tiempo me fui reprimiendo y olvidando quién era. Si todo el mundo, toda la sociedad en su conjunto, te repite que tenés que ser una nena es difícil aguantar. Llegó un punto en que para no sufrir por quien no podía ser vivía en automático, solo estaba ahí pero era como si no estuviera. La llegada de internet me fue acercando a la realidad trans y muy de a poco fui entendiendo. El problema era que ya me sentía muy grande para decirle a los demás, aunque la realidad es que cada quien lo hace cuando puede.
T.: ¿Qué crees que es necesario visibilizar en las infancias trans?
O.N.: Una de las razones por las que traigo recuerdos de mi infancia al libro es para hablar de esas infancias que nadie nombra porque todos ocultan, entonces nunca se las deja existir. Es importante que hablemos de las infancias trans para que tengan derecho a existir como las demás y que escuchen las experiencias de los adultos trans. Muchas veces la gente cree que los chicos son muy chicos para saberlo. A los cuatro años yo ya sabía que era un nene, al igual que los otros nenes sabían que lo eran pero obvio nadie se los cuestionaba porque eran cis. El cuestionamiento siempre va hacia el que esta fuera de esa norma y por eso es importante educar a los padres y escuelas sobre qué es ser trans, para que ningún nene tenga que sufrir por no poder decir quién es. Muchos padres y madres quieren apoyar a sus hijes llegado el caso de que lo sean pero no tienen ni idea cómo hacerlo. Si no tienen las herramientas es más difícil que puedan acompañar esas infancias. Educar en diversidad y decirle a los nenes que las personas trans existen no va a volver a los nenes en trans, va a ayudar a quienes son trans a que no sufran más.
T.: Advertís que a veces no es cuestión de tener un máster en diversidad ni un posgrado en género, sino en criar con amor y respeto. Algunas de los debates actuales sobre género y diversidad parecieran ser de nicho, para pocos. Sin embargo, tu experiencia indica que por otros caminos se puede llegar a respetar la identidad del otro. ¿Por qué crees que todavía cuesta que gran parte de la ciudadanía y de las instituciones tengan esto presente?
O.N.: Por los mismos prejuicios que hay, para nadie existimos en la sociedad. Es como si viniéramos de algún otro lugar. Ni siquiera hace falta tener conocimiento del tema, si una persona te dice me llamo de tal manera y mis pronombres son tales, la respetás y listo. Es tan complejo como esa sencillez. En mi experiencia, la gente que menos está en el tema te respeta más fácil porque no se pone a dudar ni hacer conjeturas teóricas con lo que le estás diciendo. Pero sí, hay toda una idea de que el tema del género y la diversidad es un conocimiento complejo que solo tienen unos pocos teóricos, cuando es algo más de nuestra vida y es más simple de lo que se cree. No hay nada complejo con ser trans, la sociedad lo pone difícil.
A lo largo de la historia, se ha visto a los trans como objetivos de investigación y no como personas que forman parte de la sociedad. Por eso cuesta que las personas cis y las instituciones nos tengan en cuenta, porque la gente nos ve como algo abstracto, lejano, como ajenos a ese grupo social del que forman parte. Hay que terminar con la idea de que estos temas son de unos pocos o son de una supuesta “élite de ciudad progre sin preocupaciones reales” porque la mayoría de las personas trans son pobres y tienen infinitas dificultades para acceder al empleo, educación y salud. Hay que democratizar el conocimiento y hablar con palabras que sean sencillas para que cualquiera pueda entender qué es ser trans. Porque se es trans en todos los contextos y clases sociales.
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