22 noviembre, 2024
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Orhan Pamuk: «Putin nos ha recordado la otra peste de la humanidad, que son las bombas»

Todas las respuestas están en los libros. Sobre todo si quien los escribe es un autor de la categoría de Orhan Pamuk (Estambul, Turquía, 1952). El premio Nobel de Literatura turco es un maestro de la narración, entendida esta como el noble arte de contar historias, tan antiguo, casi, como el mundo. En su última novela, que empezó a escribir en 2016, es decir, bastante antes de que pudiéramos siquiera atisbar una pandemia en el horizonte, y acabó cuando estábamos ya todos sumidos en el horror del Covid-19, traslada al lector hasta 1901. ‘Las noches de la peste’ (Literatura Random House), que esta semana llega a las librerías españolas, es una historia epopéyica que recrea, a través

 de fuentes y referencias históricas, un mundo en el que la peste bubónica era una temible amenaza. El relato, que transcurre en la idílica y ficticia isla de Minguer, la perla del Mediterráneo oriental, a la que llega la princesa Pakize Sultan desde Estambul, está llamado a convertirse en uno de los grandes clásicos de la literatura sobre pandemias, al lado de Camus, Thomas Mann o Daniel Defoe. Aunque sea, en realidad, mucho más que eso, pues explica cómo construimos las narrativas del pasado y hasta el origen de las revoluciones y de los Estados nación.

¿Por qué quiso sumergirse en este relato, qué buscaba en el arranque de un siglo como el XX?

Me interesa la peste porque es la metafísica de la muerte. Siempre pensé que esta sería una gran novela, larga, y por fin descubrí la tercera epidemia de la peste, que empezó en 1894 y mató a decenas de millones de personas, sobre todo en Asia, la India y China; casi nadie murió en la civilización occidental. Se me conoce como un novelista de Oriente y Occidente, así que decidí situar mi novela en esa tercera pandemia. Cuanto más leía sobre pandemias más me daba cuenta de que la humanidad casi siempre ha tenido la misma reacción: negación, rumores y, por último, se extiende la infección y en ocasiones hay revolución. Es una reacción humana muy típica. Esta es una novela política. Por eso llevo cinco años nadando en un mar de detalles, eso supone escribir una novela. Pensé que me centraría en la caída del Gobierno a manos de la población disgustada y furiosa. La humanidad al mismo tiempo quiere dos cosas de su Gobierno: que detenga la pandemia y que no cierre sus negocios, que les deje seguir con su rutina cotidiana, celebrando fiestas. Las demandas de la humanidad siempre son contradictorias.

De hecho, el aislamiento de la ficticia isla de Minguer y el clima de inestabilidad provocan una crisis política que deriva en la revolución.

Me inventé esa isla porque las situaciones de aislamiento me parecen muy atractivas, el drama, ya sea psicológico o histórico, se intensifica, la historia y el drama se intensifican. Daniel Defoe, al que yo admiro mucho, escribió la mejor obra sobre la peste, ‘Diario del año de la peste’, y el mejor libro sobre el aislamiento, ‘Robinson Crusoe’. En esta novela, yo combino esas dos ideas. Las personas de Minguer experimentan lo que los franceses experimentaron hace doscientos años en veinte meses…

En ese sentido, ¿qué reflexión hace sobre el surgimiento de los Estados nación? ¿Cree que hoy sigue vigente la figura del héroe patrio?

La historia de esta novela es también la historia de pasar de un imperio, el austrohúngaro, el otomano, a pequeños Estados nación, y todos requirieron de héroes como el de mi novela. Una vez que muere el emperador, hay un surgimiento obvio de dos cosas: el nacionalismo y el secularismo, que están ligados. Una vez que el imperio y el Rey se desvanecen, hay que inventar una nueva mitología o leyenda secular para que las personas estén dispuestas una vez más a ir a la guerra, a morir por una causa, a luchar por algo. Mi novela trata también de la invención de mitos seculares.

Ha mencionado a Daniel Defoe, que es un referente claro para usted. ¿Qué nos dice la literatura sobre pandemias de nuestro mundo actual, de lo que llevamos viviendo los dos últimos años?

La segunda mejor novela sobre la peste es la de Alessandro Manzoni, ‘La peste a Milano’, y quizá una tercera novela interesante es ‘La peste’ de Camus, aunque no trataba sobre la peste, era una alegoría política sobre la invasión nazi de Francia. Yo no he experimentado ninguna pandemia de peste. De pronto, todo fue una sorpresa, porque empezamos a vivir una pandemia, por suerte no de peste, sino de coronavirus. Los turcos somos mediterráneos, nos encanta estar juntos, nos besamos siempre que podemos, pero hemos aprendido a no abrazarnos. Estamos cambiando. La manera en que pensamos sobre cómo resolver un problema de negocios está cambiando. Los museos están cambiando. Soy profesor en Columbia y mi manera de enseñar también está cambiando. ¿Ha aprendido algo la humanidad del pasado? Mi respuesta es que la humanidad se sigue enamorando y sufriendo. Hay tantas novelas sobre el amor, ¿y ha cambiado nuestra manera tonta de enamorarnos? No, en absoluto. Estas cosas son problemas del corazón humano. La literatura no va de cuarentenas. Va sobre el corazón humano, y eso cambia muy despacio.

En el mundo de ayer, emulando el título del maravilloso libro de Stefan Zweig, la peste era todavía una temible amenaza. ¿Cómo es posible que lo siga siendo hoy? ¿Qué otras amenazas rivalizan con el Covid-19 hoy en día? ¿Cuál es la peor de todas ellas para nuestra civilización?

La tercera pandemia empezó en 1894 y, por desgracia, el inventor de la cura murió antes de ver que funcionaba. La cura para la peste son los antibióticos actuales. El señor Putin nos ha recordado la otra peste de la humanidad, que son las bombas. Hay bombas atómicas disponibles y, quizás no en esta guerra, pero es posible que algún día exploten y maten a millones de personas. Esto es más desastroso que la peste. A finales de los años 40 hubo una novela llamada ‘En la playa’ que contaba la historia de la humanidad después de la bomba atómica, y cómo las nubes de muerte llegaban a Australia, donde había personas en la playa a las que les llegaba la muerte. La literatura abordó estas cuestiones en los años 40 y 50, pero se nos había olvidado que teníamos armas más temibles que la peste.

La estructura del libro recuerda a ‘Las mil y una noches’. ¿Cuánto le debe la literatura contemporánea a los clásicos?

Asumo la mentalidad de un profesor de literatura de la Universidad de Columbia. Nos referimos a ‘Las mil y una noches’ como una historia en un mar de historias, y sí, acepto que esta novela son un montón de historias en una. Otra cosa que he aprendido de ‘Las mil y una noches’ es que la voz principal de mi novela es como la de Sherezade, es una voz femenina. Esto lo hice porque a medida que envejezco intento ver el mundo a través de los ojos de una mujer. La corrección política es algo muy malo para el deseo de tener moral y decencia humana, y yo soy de esa clase de personas. Tengo todos los prejuicios de los hombres de Oriente Medio, por desgracia, y por eso intento corregirme. Eso es un desafío, también.

¿Está en peligro el legado de los clásicos?

No creo que Tolstoi o Dostoievski estén en peligro. Sólo algunos racistas han aprovechado la oportunidad para desvalorizar grandes clásicos de la literatura rusa. En mis primeros años yo era sobre todo un posmodernista radical, y quizás creo que aún nos podemos apropiar/usar la literatura antigua de nuevas formas, de formas posmodernas. Yo estoy abierto a todos los libros, ya estén escritos ahora o hace quinientos años. Estamos volviendo a los libros de Defoe como grandes obras maestras, porque hablaba sobre el corazón humano. La literatura no se está desvaneciendo, sino que cuanto más rica es la humanidad más tiempo dedican las personas a leer. No me quejo de internet, ni de la televisión. Creo en el valor de la literatura. Mis novelas y muchas otras se están leyendo cada vez más.

En la novela, los límites entre ficción y realidad desaparecen a medida que escenarios y personajes inventados se mezclan con figuras históricas. ¿Es la literatura un juego de espejos entre la realidad y la ficción?

Una de las grandes novelas históricas es ‘Guerra y paz’, y en ella vemos a un personaje real, como Napoleón, y a Pierre, que es de ficción. No decimos: “Oh, vaya, Napoleón es de verdad y Pierre no”. No cuestionamos eso, porque lo que queremos es ver a Napoleón a través de los ojos de Pierre. Yo soy novelista, escribo ficción. El arte de la novela es el arte de explicar una historia en la que las personas creen que esa historia inventada es real; o puede ser al revés, contar una historia verídica y que los lectores crean que es inventada. Cuando leemos una novela nuestra mente hace tantas cosas… y una de ellas es comprobar si ese personaje es inventado, si Pamuk lo conoció de verdad… El buen lector de esta novela es el que se pasa todo el tiempo en Google comprobando qué ocurrió de verdad… El 90% es real.

¿Es la literatura, la ficción, en este caso, la mejor herramienta para contar el pasado y, a la vez, retratar nuestro presente?

Para ver nuestro pasado tenemos que leer libros de ficción, para conocer el corazón humano en el pasado y en la actualidad tenemos que leer ficción. Yo escribo novelas históricas, porque la historia me presta no sólo la verdad, sino lo que yo definiría como una obra romántica que deseo para enriquecer mis textos. En mis libros, la historia no está ahí para analizarla o comprenderla, sino que es algo que experimentar, algo con lo que confrontarse. Para mí, la historia ofrece la posibilidad de obtener una experiencia romántica más que una fuente de análisis racional.

En el libro se refleja la relación entre Oriente y Occidente, sus confluencias, pero también sus tensiones, algo que está presente en toda su obra.

Occidente se entendía por la civilización occidental, por su historia, por su industria, y es algo que podríamos reducir a la Unión Europea y a Estados Unidos. Pero ahora eso está cambiando. Hay países totalitarios, autoritarios, y países libres. Y puede que se esté formando un nuevo bloque.

Así las cosas, ¿qué papel desempeña en el mundo actual esa circunstancia? Y estoy pensando, claro, en la relación de Putin con Europa, en la invasión rusa de Ucrania…

Odio a la gente que se lanza a predecir el futuro. A veces digo: “No me pidas que prediga el futuro, soy un novelista de novela histórica”. Sin embargo, le daré un ejemplo de lo que pasó hace sólo dos o tres semanas. Erdogan, que casi ha liquidado la libertad de expresión en Turquía y ha flirteado con Putin para hacer chantaje a la OTAN, u Orban en Hungría, que también amenazó a la Unión Europea siendo el chico malo, ambos están ahora alineados con la OTAN, porque Rusia ha sido un enemigo desde hace quinientos años y sólo la OTAN les puede proteger de una posible agresión de Putin. Una consecuencia muy palpable de la guerra en Ucrania puede ser que Erdogan y Orban paren ese populismo antieuropeo y se alineen con la OTAN.

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