“El concepto de la “sociedad del riesgo” fue elaborado por el alemán Ulrich Beck (fallecido en 2015) y podría aplicarse muy bien para analizar este entremado de causas y consecuencias”, explicó a Télam Confiar Ana María Vara, investigadora de comunicación de la ciencia en el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Martín (LICH-UNSAM).
En concreto postula que en las sociedades tecnológicamente avanzadas, la producción de bienes es acompañada por la producción de riesgos. Y, en relación con la distribución de los riesgos, también habla de la ‘sociedad del riesgo mundial’ en que los países con más poder buscan trasladar los riesgos a los países con menos poder. “Por ejemplo, las industrias contaminantes: plantas de pasta de celulosa. O la extracción de minerales. O los desechos industriales incluyendo, por ejemplo, los electrónicos”, agregó.
Pero Beck también advierte que este accionar puede ser un ‘boomerang’, porque la contaminación no reconoce fronteras. “Y lo mismo puede decirse de las enfermedades. Los países ricos podían creer, como hicieron, que vacunando a su población se ponían a salvo del COVID-19. Pero como advirtió la OMS, el virus seguía circulando en países pobres que todavía no habían recibido las vacunas. Y los países ricos se encontraron con que de allí llegaban variantes que originaban nuevas olas de contagio”, indicó Vara.
“Lo mismo puede suceder con el Chagas, que es una enfermedad que se transmite, además de por un vector como la vinchuca, por la donación de sangre. Cuando la enfermedad toca a las puertas de los países ricos, recién entonces se pone en marcha un esfuerzo proporcionalmente adecuado para atender el problema”, sentenció.
Frente a los años de desatención, el doctor Sergio Sosa-Estani, director ejecutivo de la oficina para Latinoamérica DNDi (Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas) opinó que se pueden trazar paralelismos con otras dolencias que han tenido atención limitada mientras se limitaban a áreas endémicas, como la viruela del mono y el ébola. Pero resalta que en Chagas se necesita aún más atención y conocimiento, porque al ser silenciosa, se requiere mayor agudeza para percibir el deterioro que genera y las respuestas pueden ser más tardías.
“Cuando se tiene esa conciencia, ahí reaccionamos: los investigadores al investigar, los responsables de los programas de salud al actuar, los financiadores al invertir y la población afectada al demandar. Esta combinación de factores es esencial para que funcione el control de una enfermedad”, concluyó Sosa-Estani.
De hecho, gracias a las acciones para frenar la transmisión vectorial (control de la vinchuca) y el testeo de la sangre a transfundir hizo que disminuyeran los nuevos casos y que en los países no endémicos, la principal vía de transmisión sea la congénita, mientras que en países donde la enfermedad es endémica, estos porcentajes varíen según la magnitud de las acciones tomadas.
“Si no se hiciera nada, la eficacia de las vías de transmisión siempre fue primero la vectorial (sería la responsable del 80% de los casos), le sigue la transfusional (15%) y quedaría un mínimo porcentaje congénito”, dijo. Pero aclaró que el panorama es muy distinto gracias a las diferentes estrategias de prevención. “Hoy en América Latina se controla el 100% de los donantes de sangre, por lo que no hay transmisión transfusional. En cuanto a la transmisión vectorial, algunos países han avanzado más que otros, o incluso hay diferencias entre provincias o territorios. Es posible que en Argentina, hoy, la vía congénita es la que genera la mayor cantidad de nuevos casos”, remarcó.
“Y si uno ve el panorama global, estimaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indica que un tercio de los casos mundiales serían por transmisión congénita, lo que es mucho si se toma en cuenta que las vías vectoriales y transfusionales eran las principales responsables”, cerró.
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