25 noviembre, 2024
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Un “Réquiem” para Luis Biasotto y el Grupo Krapp en clave performática

Foto Celeste Alonso

Ante la pregunta acerca de qué sentido tiene estrenar hoy una obra creada antes del colapso, como si nada hubiera pasado, una respuesta es “Réquiem: la última cinta del Grupo Krapp”, el nuevo trabajo que estrenó el grupo interdisciplinario homónimo en el Centro Cultural Kirchner (CCK), invitado por la Bienal de Performance, una unión de cuerpos y canciones de obras en clave de concierto performático y en memoria del fallecido Luis Biasotto, uno de sus directores, que de algún modo resume las obras del colectivo “mezcladas, confundidas, estalladas” según Luciana Acuña, codirectora del grupo.

“Este concierto performático es todo eso, nuestras obras mezcladas, confundidas, estalladas. Es mucho más que la despedida de nuestro hermano y de nuestro grupo”, comenta a Télam Acuña acerca de la obra que remite al absurdo en general y retoma de algún modo la obra del dramaturgo Samuel Backett trasvasado a Córdoba, Buenos Aires y los más de 20 años de creación inacabada que cierra pero no clausura. ¿Acaso la muerte clausura la vida?

Tal vez, “Réquiem” es otro tipo de comienzo confabulado e impactado en la escena final de saludo que cosechó un aplauso profundo hacia los integrantes del grupo (y la presencia del pequeño hijo de Biasotto y Gabriela Gobbi, pareja de Luis).

“Cuando murió Luis nos llamaron desde la Bienal, Graciela Casabé, Susana Tambutti y Maricel Álvarez para invitarnos a hacer algo en esta edición en conmemoración a Luis. Ellas sabían de la importancia de las creaciones de Luis en el mundo de las artes escénicas y que no podían concebir esta edición sin un lugar para él”, explica Acuña sobre la participación de esta obra como una de las inéditas de la cuarta Bienal de Performance.

Foto Celeste Alonso
Foto Celeste Alonso

“Ellas siempre nos acompañaron en nuestro trabajo y para nosotros esta invitación fue como un abrazo contenedor en este momento de extrema fragilidad. También estuvieron muy cerca nuestro durante todo el proceso. Estamos enormemente agradecidos”, considera.

“Esto no es working progress, es un desprendimiento, muchas de las escenas que van a ver forman parte de una obra que no existe”, fue el comienzo de la nueva obra que retoma la del 2011 “Adonde van los muertos Lado B”.

Mientras tanto, la presencia de Biasotto completó las imágenes repetitivas, fragmentadas de ensayos y obras proyectadas al fondo, y por momentos en diálogo con el resto de las situaciones desarrolladas en escena. La pregunta que flotó en el la sala fue: “¿Sabían que lo primero que se olvida de alguien que muere, es el sonido de su voz?”.

“Luis Biasotto, la extrema melancolía y el desmedido fervor, el cuerpo de un titán y la voz de una quinceañera, y la sabiduría nocturna de Nietzsche y la ortografía de Toro Sentado, un hombre de paradojas, un hombre indescifrable”, así fue descripto como parte de las presentaciones en escena.

Foto Celeste Alonso
Foto Celeste Alonso

Y en ese juego de las obras dentro de otras, presentaron una inconclusa de Biasotto: “Noche” que trata “sobre la oscuridad y los monstruos de la mente” y sobre “cómo hacer visible eso que no vemos pero imaginamos” porque “hablar de la noche es entregarse a una oscuridad que no pretende representar la muerte sino la vida”, escribía el actor antes de su temprana muerte en mayo de este año a causa de Covid-19.

La nueva obra concebida tal vez a modo de memoria, duelo, latencia, fiesta (del reencuentro) parafrasea a la de otro creador, el dramaturgo de “Esperando a Godot” (un personaje que nunca llega) Samuel Beckett y “La última cinta de Krapp” (1958). A su vez cierra un círculo de resonancias que juegan con lo absurdo, entre otras cuestiones, y el nombre Krapp y se extiende más allá.

“Durante la pandemia, con el grupo y junto a Luis, nos preguntábamos cómo sería volver a hacer teatro o danza. Nos preguntábamos si podíamos volver a hacer nuestra obra ‘Rubios’ que estábamos por reestrenar el día que se declaró la cuarentena. Nos preguntábamos si aún tenía sentido estrenar una obra nueva como si nada hubiera pasado. Y de pronto pasó algo más preciso aún, algo que nunca pensaba que podía pasar, algo inexplicable. Porque la muerte es siempre la de otros. Pero esta vez no”, sostuvo Acuña.

“Ante la muerte de Luis, pensamos que teníamos que hacer algo para él -continuó-. Surgió la palabra Homenaje y nos dimos cuenta que eso no tenía nada que ver con nosotros ni con nuestra relación con Luis. Entonces pensamos que no podíamos hacer una obra para él, sino con él. Recordamos que una vez, hace muchos años, fantaseamos con la idea de un concierto performático, con las canciones de nuestras obras, videos, textos, danzas. Entendimos que nada de lo que haríamos iba a ser algo que no hubiésemos pensado antes con Luis. También hicimos dos obras sobre la muerte, entonces sabíamos lo que Luis pensaba sobre la representación de la muerte en escena”, explicó Acuña. Y prosiguió: “Este concierto performático es todo eso, nuestras obras mezcladas, confundidas, estalladas. Es mucho más que la despedida de nuestro hermano y de nuestro grupo. Es también la celebración de nuestra vida con él y de la vida de su hijo Luca. En ese sentido, este Réquiem es una fiesta, un brindis por la amistad con la ilusión romántica de morir algún día y encontrarnos todos juntos en algún lugar”.

Foto Celeste Alonso
Foto Celeste Alonso

“Réquiem” a diferencia de otras obras es un concierto donde “la línea la llevan las canciones”, como nunca antes en otras producciones del grupo, dice.

“Luis se dedicó toda su vida a huir de lo solemne. Creía sólo en el cuerpo, desconfiaba de las palabras y de las ideas. Intentaba evitar que el pensamiento juzgue al movimiento. Bailaba como los niños: sin juicio. Tanto en los ensayos como en las funciones veíamos cómo, con una libertad extrema, llegaba desde los lugares más ridículos a los más impensados. Y de ahí a lo sublime. Generaba un abismo. Tengo una imagen de él sentadito en bambalinas antes de entrar a escena casi imperceptible, hasta que pisaba el escenario, entonces el cuerpo le brillaba y el tiempo se detenía para todos. Hacía magia. Haber asistido a esa transformación durante años fue un privilegio para nosotros y digno de un festejo”, relata Acuña.

¿Cómo sigue la historia del Grupo Krapp? “Creo que nadie piensa en eso ahora”, concluye.

En “Réquiem” la bailarina y coreógrafa interroga al público presente: “¿Me pregunto si habrá hoy algún periodista en la sala? Me pregunto si les gustaría estar en el escenario, que sus críticas, exclusivamente las malas, formen parte de un texto dramático que otros críticos escriban críticas de sus críticas”.

También el silencio cumple su rol: en un momento enmudece como una inmensidad a todos los presentes, hasta que una voz menciona que sabe como se sigue la obra.

Susana Tambutti, directora académica de la Bienal, desde la emoción por el estreno, recuerda a Biasotto como alguien muy cercano y con muchas cosas en común y relata que al dúo Biasotto-Acuña lo conoció hacia el 2000 y fue testigo privilegiada de la creación y ensayo de su primera obra “¿No me besabas?”.

En cuanto al trabajo estrenado ayer en el CCK a sala llena y con protocolo sanitario (serán solo dos funciones) cuenta emocionada: “En la obra está todo dicho, está Luis. Está Luis con todo su humor, su talento”.

Foto Celeste Alonso
Foto Celeste Alonso

“En particular lo que me unió más a él fue esa clave que tenía de un humor un poco sarcástico”, y se explaya: era “un creador” que cuando conversaba sobre las obras las potenciaba, “su imaginación iba más allá”. Y lo destaca como alguien “que nunca se ponía en un lugar de confort” y ante una obra nueva, a pesar de tener “la fórmula para hacerla fácil, siempre se metía en territorios difíciles y de riesgo”, un rasgo imprescindible en un artista, afirma.

“Un grupo con una trayectoria muy larga, algo no habitual en nuestro medio”, destaca y comenta que cuando llegaron de Córdoba, Acuña y Biasotto “traían un lenguaje físico muy diferente al que se estaba manejando en Buenos Aires, bastante diferente, de mucha acción física, muy enérgica. Por otro lado, como grupo maneja una veta de un humor muy particular y hacen una trama muy interesante entre los distintos lenguajes escénicos”.

“Me da mucha lástima el cierre de un grupo que va a formar parte de la historia artística de nuestra escena. Es un grupo como el Descueve por ejemplo y otros tantos que existieron también, anteriores, que son hitos en este itinerario artístico, y no digo danza porque va más allá de los géneros”, reflexiona.

Foto Celeste Alonso
Foto Celeste Alonso

El Grupo Krapp fue fundado en 1998 por Acuña y Biasotto. Desde el 2000 investigó sobre nuevas formas de expresión desde lo corporal y su amplitud expresiva a partir de la danza, el teatro y la música en escena con bailarines, actores y músicos con Acuña, Gabriel Almendros, Biasotto, Edgardo Castro y Fernando Tur en un principio.

En esa investigación que se hace patente en la nueva obra “Réquiem”, esa heterogeneidad de lenguajes contaminó fronteras y estableció una estética particular. Y, tal como lo define el propio grupo, entre las obsesiones disparadas por esa primera obra colectiva está la posibilidad de “encontrar una realidad amparada por los sentidos, explorar sobre la potencia que genera el choque de los cuerpos, confundir los sentidos aclararlos y volverlos a confundir hasta hacerlos estallar”.

Entre sus obras también están “Rubios” (2019), “Trampa para fantasmas” (2018), “El futuro de los hipopótamos” (2017), “A dónde van los muertos” Lado B y Lado A (2010-2011), “Mendiolaza” (2012) y “Olympica” (2007).

En “Réquiem: la última cinta del Grupo Krapp” participaron Almendros, Tur, Castro, Biasotto, Acuña, Alejo Moguillansky, la escenógrafa Mariana Tirantte, el iluminador Matías Sendón y la coreógrafa y bailarina Gobbi, con música original y dirección de Tur y Almendros.

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